Aquel hombre estaba siempre triste. No confiaba en él. Siempre miraba a los demás creyendo que eran mejores y que valían más que él. El Anacoreta, al verlo, dijo con pena a su joven seguidor:
- La peor desgracia que le puede ocurrir a una persona es pensar mal de sí misma. Sólo si nos amamos y aceptamos, podremos tener un proyecto de vida y realizarlo.
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