Los Magos seguían la estrella. Cuando llegaron a Jerusalén desapareció. Al salir de allí volvió a aparecer y los dirigió hasta Belén. Es la luz que guía hacia la Luz. Una luz, que al llegar donde estaba la religión oficial, el poder, Herodes y los escribas y doctores, se apagó. No era una estrella espectacular. Nadie, excepto los Magos le dio importancia. Sin embargo, a ellos les indicó el camino.
Hoy siguen existiendo estrellas que nos llevan a la Luz. Estrellas que nos conducen a Jesús. Estrellas que desaparecen ante los poderosos, ante los que se creen poseedores de la verdad. Hay que tener el corazón puro y sencillo para poder verlas. Sin embargo, están ahí, muy cerca de nosotros. Esas personas que reparten amor, bondad, solidaridad. Personas que, quizá sin saberlo, nos indican el camino de Jesús; nos señalan dónde está Dios, cómo encontrarlo.Si sabemos verlas, si las seguimos, ellas harán que nosotros nos convirtamos también en estrellas, seamos luz que acompañe a los otros a la Luz.
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