Hay espiritualidades que nos ponen en una disyuntiva. O escogemos a Dios o escogemos a los hombres. Thomas Merton tenía claro que este dilema es falso. Por eso escribió en la revista Cistercia Studes lo siguiente:
"No es cuestión de escoger entre Dios o el hombre, sino de encontrar a Dios amando al hombre, y de descubrir el verdadero significado del hombre en nuestro amor por Dios."
Una espiritualidad auténtica no puede encerrarnos en nosotros mismos; esto sería puro narcisismo. Un Dios que nos aparta de los demás es una mera invención nuestra: un ídolo. En "Nuevas semillas de contemplación", nos dice con claridad:
"Una persona no puede entrar en el centro más profundo de sí misma y pasar de este centro hasta Dios, si no es capaz de salir por completo de sí misma, vaciarse y darse a otras personas en la pureza de un amor desinteresado."
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