"Llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta."
En el evangelio de hoy, Jesús vuelve a pedirnos que velemos. Es el evangelio de las vírgenes prudentes y de las vírgenes necias. Las que tenían aceite para sus lámparas y las que no tenían. Y esas que tenían no lo compartieron con las otras, no fuese que no hubiera suficiente para todas.
He oído tachar a las prudentes de egoístas. Yo mismo lo creía cuando era adolescente. Si pensamos así, es porque no hemos captado el simbolismo de las lámparas y del aceite. La luz es la Fe. El aceite es el amor, el alimento de la Fe. El amor es algo que no se puede compartir. Nadie puede amar por mí. Soy yo el que debo amar. Por eso nadie puede creer por mí. Soy yo que debo tener Fe.
Hemos de velar para que no se nos cierre la puerta. Y la única forma de velar es amando. Y amar significa entregar nuestra vida por los demás. Consumirnos día a día de amor a Dios y de amor al prójimo. Eso nos da la Fe; aunque creamos no tenerla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario