"Algún tiempo después andaba Jesús por la región de Galilea, pues no quería seguir en Judea porque los judíos lo buscaban para matarlo.
Pero como se acercaba la fiesta de las Enramadas, una de las fiestas de los judíos,
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Sin embargo, cuando ya se habían ido sus
hermanos, también Jesús fue a la fiesta, aunque no lo hizo públicamente
sino casi en secreto.
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Hacia la mitad de la fiesta entró Jesús en el templo y comenzó a enseñar.
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Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron entonces a preguntar:
– ¿No es a este a quien andan buscando para matarle?
Pues ahí está, hablando en público, y nadie le
dice nada. ¿Será que verdaderamente las autoridades creen que este
hombre es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.
Al oir esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte:
– ¡Así que vosotros me conocéis y sabéis de dónde
vengo! Pues yo no he venido por mi propia cuenta, sino enviado por aquel
que es digno de confianza y a quien vosotros no conocéis.
Yo le conozco, porque vengo de él y él me ha enviado.
Entonces quisieron apresarle, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora."
Los judíos quieren matar a Jesús, pero aún no ha llegado su hora. Baja de incógnito a Jerusalén, pero acaba enseñando en el templo. Es su misión.
El evangelio nos indica que todo tiene su momento oportuno. Esos momentos de Jesús, los vamos siguiendo a través del Año Litúrgico. La Cuaresma nos prepara para el momento culminante: su muerte y resurrección.
Sus coetáneos dudaban de Él. Nosotros sabemos quién es y no tenemos ninguna excusa para seguirlo y hablar abiertamente, como lo hacía Él. Ahora es nuestro momento oportuno.
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