"Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos le acompañaron.Cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oir a Jesús, se preguntaba admirada:
– ¿Dónde ha aprendido este tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?
Y no quisieron hacerle caso.Por eso, Jesús les dijo:
– En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de sanar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos.Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.
Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando."
Jesús vuelve a su pueblo y allí lo despreciaron. No podían creer que al hijo de María, el carpintero, pudiese ser Hijo de Dios, el Mesías. Ellos esperaban un Mesías grandioso: ¿cómo iba a ser el Hijo de Dios aquel ser humilde? Como no encontró Fe, tampoco hubo milagros.
A nosotros nos puede pasar algo semejante a lo que les pasó a los paisanos de Jesús. No reconocerlo en el otro. No saberlo ver en los acontecimientos cotidianos. Esperamos a un Dios grandioso y olvidamos que habita en los pobres, en los enfermos, en los perseguidos...Los habitantes de Nazaret se asombraron ante Jesús; pero no creyeron en Él. Nosotros podemos asombrarnos ante los otros, pero no creemos que Jesús está en ellos. Nos admiramos quizá de lo que hacen, pero no los imitamos.
"Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla.Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies suplicándole con insistencia:
– Mi hija se está muriendo: ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.
Jesús fue con él, y mucha gente le acompañaba apretujándose a su alrededor.Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias.Había sufrido mucho a manos de muchos médicos,
y había gastado cuanto tenía sin que le hubiera servido de nada. Al
contrario, iba de mal en peor.Esta mujer, al saber lo que se decía de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa.Porque pensaba: “Tan sólo con que toque su capa, quedaré sana.”Al momento se detuvo su hemorragia, y sintió en el cuerpo que ya estaba sanada de su enfermedad.Jesús, dándose cuenta de que había salido de él poder para sanar, se volvió a mirar a la gente y preguntó:
– ¿Quién me ha tocado?
Sus discípulos le dijeron:
– Ves que la gente te oprime por todas partes y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado.Entonces la mujer, temblando de miedo y
sabiendo lo que le había sucedido, fue y se arrodilló delante de él, y
le contó toda la verdad.Jesús le dijo:
– Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y libre ya de tu enfermedad.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:
– Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga:
– No tengas miedo. Cree solamente.
Y sin dejar que nadie le acompañara, aparte de Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Allí, al ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, entró y les dijo:
– ¿Por qué alborotáis y lloráis de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.
La gente se burlaba de Jesús, pero él los hizo
salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que le
acompañaban, entró donde estaba la niña.La tomó de la mano y le dijo:
– Talita, cum (que significa: “Muchacha, a ti te digo: levántate.”)
Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy impresionada.Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña." El evangelio nos da dos ejemplos de fe sencilla. Una mujer rechazada a causa de su enfermedad y Jairo, el jefe de la sinagoga, que se fía de Jesús. El comentario de Koinonia nos muestra esta Fe. "Jesús regresa de territorio pagano a territorio de fe. Se encuentra con la humildad de un jefe de Sinagoga que ante la situación de su hija, suplica ayuda. Jesús le pide que tenga fe aunque todo parece perdido pues le anuncian la muerte de su pequeña. Por otro lado, encuentra también en el camino a una mujer con fe silenciosa que sabe que con tocar el manto de Jesús sanará y después con humildad ante la petición de Jesús se descubre ante la multitud como quien ha recibido la salvación. Las dos acciones milagrosas son fruto de la fe sencilla y firme de la hemorroísa y de Jairo. Para nosotros, se convierte en invitación a reconocer que todo el que en la tribulación se acerque a Jesús con esta actitud obtendrá una respuesta favorable. Jesús vuelve a mostrarnos que es el único que nos ofrece la genuina dignidad, la vida verdadera y la paz auténtica y esto lo conseguiremos con el poder de la fe. Aprendamos a desterrar la duda y el orgullo que impiden elevar al Señor nuestra oración."
"Llegaron a la otra orilla del lago, a la tierra de Gerasa.En cuanto Jesús bajó de la barca se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro. Este hombre había salido de
entre las tumbas, porque vivía en ellas. Nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas.Pues aunque muchas veces lo habían atado de
pies y manos con cadenas, siempre las había hecho pedazos, sin que nadie
le pudiera dominar.Andaba de día y de noche entre las tumbas y por los cerros, gritando y golpeándose con piedras.Pero cuando vio de lejos a Jesús, echó a correr y, poniéndose de rodillas delante de él,le dijo a gritos:
– ¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¡Te ruego, por Dios, que no me atormentes!
Hablaba así porque Jesús le había dicho:
– ¡Espíritu impuro, deja a ese hombre!
Jesús le preguntó:
– ¿Cómo te llamas?
Él contestó:
– Me llamo Legión, porque somos muchos.
Y rogaba mucho a Jesús que no enviara los espíritus fuera de aquella región.Y como cerca de allí, junto al monte, se hallaba paciendo una gran piara de cerdos,los espíritus le rogaron:
– Mándanos a los cerdos y déjanos entrar en ellos.
Jesús les dio permiso, y los espíritus impuros
salieron del hombre y entraron en los cerdos. Estos, que eran unos dos
mil, echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y se ahogaron.
Los que cuidaban de los cerdos salieron
huyendo, y contaron en el pueblo y por los campos lo sucedido. La gente
acudió a ver lo que había pasado.Y cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron
sentado, vestido y en su cabal juicio al endemoniado que había tenido
la legión de espíritus. La gente estaba asustada,y los que habían visto lo sucedido con el endemoniado y con los cerdos, se lo contaron a los demás.Entonces comenzaron a rogar a Jesús que se fuera de aquellos lugares.
Al volver Jesús a la barca, el hombre que había estado endemoniado le rogó que le dejara ir con él. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
– Vete a tu casa, con tus parientes, y cuéntales todo lo que te ha hecho el Señor y cómo ha tenido compasión de ti.
El hombre se fue y comenzó a contar por los pueblos de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos se quedaban admirados."
Hoy encontramos a Jesús en tierra pagana. Marcos lo sitúa en un lugar donde impera el mal. Se encuentra ante un hombre poseído por un espíritu impuro, que grita, que se autolesiona, que vive entre tumbas. Un país en el que hay cerdos. Para los judíos, todo esto era causa de impureza, símbolo del mal.
Vemos a Jesús destruyendo el mal. El hombre queda sanado y los demonios con los cerdos en el fondo del lago.
La reacción de los habitantes de aquel lugar no es la de aceptar a Jesús, sino que le piden que se marche. Prefieren el mal a Jesús. Prefieren los cerdos, su fuente de riqueza, a la liberación que les trae Jesús.
¿Cuántas veces preferimos nuestra vida, aunque esté llena de mal, a seguir la de Jesús? Jesús nos libera, pero nos pide que cambiemos, que nos desprendamos de "nuestros cerdos". Y no siempre aceptamos hacerlo. Preferimos nuestra fuente de riqueza, aunque sea injusta e insolidaria. No nos extrañemos si seguimos autodestruyéndonos, vagando por las tumbas y gritando. No nos quejemos de la sociedad que tenemos.
"Llegaron a Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar.La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley.En la sinagoga del pueblo, un hombre que tenía un espíritu impuro gritó:
– ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco. ¡Sé que eres el Santo de Dios!
Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole:
– ¡Cállate y sal de este hombre!
El espíritu impuro sacudió con violencia al hombre, y gritando con gran fuerza salió de él. Todos se asustaron y se preguntaban unos a otros:
– ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva y con plena autoridad! ¡Hasta a los espíritus impuros da órdenes, y le obedecen!
Muy pronto, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea." Hoy contemplamos a Jesús enseñando. Marcos no nos dice lo que enseñaba, sino cómo enseñaba. Nos dice que lo hacía con autoridad. Contrapone la enseñanza de Jesús a la de los maestros de la ley, repetitiva, sin vida. La gente decía que enseñaba de una manera nueva. Jesús no predicaba una ideología. Predicaba una vida y lo hacía desde su vida. Su palabra libera del mal. Hace callar y expulsa el mal de nuestras vidas. Es en el evangelio donde encontramos esa Palabra de Jesús que es Vida, que cura del mal y nos hace libres. ¿Meditamos realmente el evangelio?¿Hacemos de él la norma de nuestra vida? Nosotros decimos que queremos ser discípulos de Jesús. ¿Enseñamos con palabras o lo hacemos con nuestra vida?¿Nos quedamos en teorías o nos dedicamos a "curar" a los demás? Si nuestra vida no transmite alegría, esperanza, fuerza a los demás, es porque se trata de una vida vacía, alejada de Jesús. Nosotros también debemos enseñar con autoridad. Eso significa vivir acordes con el evangelio. Si no, somos maestros de la ley hipócritas, que repetimos lo que no vivimos.
"Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
– Pasemos a la otra orilla del lago.
Entonces despidieron a la gente y llevaron a Jesús en la misma barca en que se encontraba. Otras barcas le acompañaban.De pronto se desató una tormenta; y el viento
era tan fuerte, que las olas, cayendo sobre la barca, comenzaron a
llenarla de agua.Pero Jesús se había dormido en la parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron:
– ¡Maestro!, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?
Jesús se levantó, dio una orden al viento y le dijo al mar:
– ¡Silencio! ¡Cállate!
El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma.Después dijo Jesús a sus discípulos:
– ¿Por qué tanto miedo? ¿Todavía no tenéis fe?
Y ellos, muy asustados, se preguntaban unos a otros:
– ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?"
En este evangelio, Jesús les dice a los apóstoles que hay que ir a la otra orilla. Seguir a Jesús, significa abandonar nuestras seguridades y caminar sin estar seguros de nuestro destino.
Al ir a la otra orilla encontraremos tempestades. Seguir a Jesús conlleva dificultades y problemas. Y lo más duro es, que nos parecerá que Jesús duerme. El silencio de Dios. El miedo nos impide muchas veces seguir adelante. La verdadera Fe es la que nos dice, que Jesús no duerme. Que Él está junto a nosotros y es capaz de calmar las tempestades más violentas.
Jesús no está dormido. Siempre está junto a nosotros; pero sólo a Fe hace que lo veamos y confiemos.
- Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo.Y es que la tierra produce por sí misma:
primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el
grano que llena la espiga.Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.
También dijo Jesús:
- ¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo?Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo;pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor
que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que
hasta los pájaros pueden anidar a su sombra.
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender.No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte."
El otro día leíamos la parábola del sembrador. Nos presentaba al Padre como al sembrador. Hoy nos dice, que todos somos sembradores. Y lo más importante, que siempre sembramos. Y no con palabras, sino con nuestra vida. Sembramos con nuestro ejemplo en el día a día. Sembramos al educar a nuestros hijos, al aconsejar a nuestros amigos. Sembramos con nuestra amabilidad en el trabajo.
El fruto no depende de nosotros. El grano brota sin nuestro concurso. La siembra es una labor callada, y el crecimiento del Reino es algo imperceptible, pero que se hace inmenso; porque el crecimiento depende de Dios, no de nosotros.
- Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia.El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado.Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas;cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán."
Con la festividad de la Conversión de San Pablo termina el Octavario por la Unidad de las Iglesias. Pablo fue el encargado de anunciar la Buena Nueva a los que no eran judíos. Su figura nos muestra la universalidad del Reino.
El texto de hoy nos muestra cómo el cristianismo no es algo personal, que nos encierra en nosotros mismos, sino algo que debe vivirse comunitariamente y que no debemos callar. La Buena Nueva es para todos. Y nos da a todos el poder contra el mal. El que realmente sigue a Jesús, lo comunica a los demás y realiza el bien. Esta es nuestra misión.
"Otra vez comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Como se reunió una gran multitud, subió a una barca que había en el lago y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla.Y se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas.
En su enseñanza les decía:
- Oíd esto: Un sembrador salió a sembrar.Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron.Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda;pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó.Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no produjo grano.Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció y
dio una buena cosecha: unas espigas dieron treinta granos por semilla,
otras dieron sesenta granos y otras cien.”
Y añadió Jesús:
– Los que tienen oídos, oigan.
Después, cuando Jesús se quedó a solas, los
que estaban cerca de él y los doce discípulos le preguntaron qué
significaba aquella parábola.Les contestó:
- A vosotros, Dios os da a conocer el secreto de su reino;pero a los que están fuera se les dice todo por medio de parábolas,para que por mucho que miren no vean, y por mucho que oigan no entiendan; a no ser que se vuelvan a Dios y él los perdone.
Les dijo:
- ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, vais a entender todas las demás?El que siembra la semilla representa al que anuncia el mensaje.Hay quienes son como la semilla que cayó en el
camino: oyen el mensaje, pero después de haberlo escuchado viene
Satanás y les quita ese mensaje sembrado en su corazón.Otros son comparables a la semilla sembrada entre las piedras: oyen el mensaje, y al pronto lo reciben con gusto,pero como no tienen bastante raíz no pueden
permanecer firmes; por eso, cuando por causa del mensaje sufren pruebas o
persecución, pierden la fe.Otros son como la semilla sembrada entre espinos: oyen el mensaje,pero los negocios de este mundo les preocupan
demasiado, el amor a las riquezas los engaña y su deseo es poseer todas
las cosas. Todo eso entra en ellos, ahoga el mensaje y no le deja dar
fruto.Pero hay otros que oyen el mensaje y lo
aceptan y dan una buena cosecha, lo mismo que la semilla sembrada en
buena tierra: algunos de estos son como las espigas que dieron treinta
granos por semilla, otros son como las que dieron sesenta y otros como
las que dieron cien."
Esta parábola es muy conocida, pero no por ello debemos dejar de meditarla. Jesús hablaba en parábolas, de las que podemos sacar muchas enseñanzas. Hoy reflexionaremos con Koinonia (Centro Litúrgico Iberoamericano):
"Ayer, Jesús dijo quiénes son su verdadera familia. Muchos están ahí
por curiosidad o intereses particulares por lo que algunos terminarán
dejándolo. El Maestro se valdrá de un método pedagógico: la parábola.
Relato de apariencia sencilla aunque con sorpresas o finales inesperados
que exigen del oyente la reflexión, meditación y conservar en el
corazón la enseñanza porque es una invitación a pensar seriamente pues
al principio aclara pero después oscurece; desvela pero esconde al mismo
tiempo y así se llega al discernimiento de nuestras actitudes. La
parábola del sembrador y la semilla pide hacer un alto a nuestra
ajetreada vida y meditar cuál es nuestra actitud ante la Palabra con
mayúscula. ¿Somos aquellos que aunque está frente a nosotros no nos
interesa ver ni escuchar? O tal vez ¿Somos aquellos que la escuchamos
con alegría y admiración, sin embargo no la ponemos en práctica? Es de
desear que podamos constatar ser familiares de Jesús que recibiendo la
Palabra en nuestra vida-terreno, la escuchamos, la meditamos, la
guardamos en el corazón y después la ponemos en práctica."
"Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron fuera y mandaron llamarle. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le avisó:
– Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.
Él les contestó:
– ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:
– Estos son mi madre y mis hermanos.Todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre." La familia de Jesús está forma por todos aquellos que le siguen y hacen la voluntad de Dios. Esto es mucho más que palabras. Seguirlo, es vivir como Él. Entregado a los demás. La voluntad de Dios, es amar al prójimo como a nosotros mismos. Estas dos premisas son las que debemos cumplir si queremos formar parte de la familia de Jesús.
"También los maestros de la ley
que habían llegado de Jerusalén decían:
- Beelzebú, el propio jefe de los
demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
Jesús los llamó y les puso un ejemplo, diciendo:
- ¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás?Un país dividido en bandos enemigos no puede mantenerse,y una casa dividida no puede mantenerse.Pues bien, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse: habrá llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus bienes, si antes no lo ata. Solamente así podrá robárselos.
Os aseguro que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan; pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo no tendrá perdón, sino que será culpable para siempre.
Esto lo dijo Jesús porque afirmaban que tenía un espíritu impuro."
El otro día vimos cómo acusaban de loco a Jesús. Hoy, los maestros de la ley, como no pueden expulsar los demonios, luchar contra el mal, como hace Él, lo acusan de hacerlo en nombre del demonio. Jesús no contraataca insultándolos, sino mostrándoles su incoherencia.
" Continúa la incomprensión y calumnia hacia Jesús, ahora por los que
poseían el conocimiento de la Ley, que al no poder negar los hechos
contundentes de Jesús, lo califican como un agente de satanás. Jesús
debe defenderse porque esa acusación, si era apoyada por el pueblo, le
ocasionaba el castigo de morir lapidado. El Señor enseña que toda
situación por difícil que parezca, no es obstáculo sino un reto y una
oportunidad para crecer y así, a través de una comparación muestra el
engaño y contradicción de sus detractores y aprovecha para anunciar
veladamente su identidad y la llegada del Reino. Jesús aprovecha para
enseñar que cerrarnos al arrepentimiento es impedir toda posibilidad de
perdón ya que es la negación consciente y voluntaria al amor de Dios. La
libertad del ser humano y su misterio es la única que puede excluirnos
de la misericordia infinita de Dios. Pidamos al Señor comprender la
seriedad de una conversión que no sea sólo sentimental sino que llegue a
las raíces más profundas de nuestra vida. Trabajemos por el Reino." (Koinonia)
El pecado contra el Espíritu es esa cerrazón a la conversión. Es negarnos al Amor. Es rechazar el perdón.
"Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios.Decía: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Volveos a Dios y aceptad con fe sus buenas noticias.”
Paseaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés.
Eran pescadores y estaban echando la red al agua.Les dijo Jesús:
– Seguidme, y os haré pescadores de hombres.
Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.
Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca reparando las redes.Al punto Jesús los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes, se fueron con Jesús." Jesús, como Juan, llama a la conversión. Pero Él también nos pide que le sigamos. Convertirse es cambiar de conducta. Es adecuarla a la conducta de Jesús. Estos días, tras el Tiempo de Navidad, vemos a Jesús llamando a sus discípulos, y cómo la gente lo seguía. Por desgracia, muchas veces reducimos nuestro cristianismo a creer unas ideas, a cumplir unos mandatos, a realizar unos ritos...Olvidamos que ser cristiano es seguir a Jesús. Y seguirlo es vivir como vivió Él: unido al Padre y amando a todos las personas, sobre todo a los más pequeños. Si seguimos nuestra vida de siempre, preocupados por el dinero, por el poder, por la fama, aunque vayamos mucho a la iglesia, no somos verdaderos discípulos. Jesús decía a los que le seguían, que los haría pescadores de hombres. No se trata de hacernos proselitistas, sino salvadores de aquellos que están en peligro. De mostrar con nuestra vida el camino de la salvación. Jesucristo nos precede en el camino. Nosotros somos sus seguidores y quienes demos mostrarlo a los demás.
"Después entró Jesús en una casa, y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos.Al saber que estaba allí, los parientes de Jesús acudieron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco."
Jesús se entregó plenamente a los demás. Tanto, que nos dice el evangelio, que no tenía ni tiempo para comer. Sus parientes creyeron que había perdido el juicio.
Si nos entregamos en cuerpo y alma a los demás, lo más seguro es que seamos unos incomprendidos. Que nos tachen de locos.
Sucedió cuando yo tenía veinte años. Es decir, hace cincuenta. Participé en un Capítulo de Distrito como representante de los jóvenes que no teníamos votos perpetuos. El Hermano Adriano Trescents ya había empezado su trabajo con los más desfavorecidos, delincuentes, drogadictos, prostitutas... Un alto superior dijo que Adriano había perdido el juicio. Sólo unos cuantos nos indignamos y nos revelamos ante esa afirmación. Hasta su muerte, siguió teniendo personas que dudaban de él y no aceptaban su trabajo. Como Jesús, entregarse totalmente a los demás, dedicarse a los que nadie se dedica, no es aceptado por la sociedad. Se lo califica de locura. Pero esa es la auténtica forma de ser verdaderos discípulos de Jesús.
"Después subió Jesús a la montaña y llamó a quienes le pareció conveniente. Una vez reunidos,eligió a doce de ellos para que le acompañasen y para enviarlos a anunciar el mensaje. Los llamó apóstolesy les dio autoridad para expulsar a los demonios.Estos son los doce que escogió: Simón, a quien puso por nombre Pedro;Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a los que llamó Boanerges (es decir, “Hijos del Trueno”);Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, y Santiago hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el cananeoy Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús."
El texto de hoy nos presenta a Jesús escogiendo a los doce apóstoles. Israel se formó a partir de doce tribus. El Nuevo Testamento se forma a partir de los doce apóstoles. Pero, en realidad, Jesús nos sigue llamando, llama a todos. Pero no sabemos escuchar esta llamada. Dice el texto que Jesús subió a la montaña. Si no subimos a la montaña con Él, no nos puede llamar. La montaña en la Biblia simboliza el lugar del encuentro con Dios. Es apartarse de lo habitual. Si no tenemos esos momentos de soledad, de silencio, es imposible que oigamos la llamada de Jesús. La llamada se produce en la montaña, pero no es para quedarnos allí, sino para volver al valle a anunciar la Buena Nueva y expulsar demonios; es decir a luchar contra el mal.
Jesús, seguido por mucha gente de Galilea, se fue con sus discípulos a la orilla del lago.Al oir hablar de las grandes cosas que hacía,
acudieron también a verle muchos de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del
lado oriental del Jordán y de la región de Tiro y Sidón.Por eso, Jesús encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una barca, para evitar que la multitud le apretujara.Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre él para tocarle.
Y cuando los espíritus impuros le veían, se ponían de rodillas delante de él y gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús les ordenaba con severidad que no hablaran de él públicamente."
Está claro que Jesús entusiasmaba a la gente. Este evangelio nos dice, que hasta los espíritus impuros lo aclamaban. ¿Por qué hoy Jesús no entusiasma a la gente? La respuesta es obvia: la imagen que nosotros damos de Él, es una imagen fría, desangelada, pobre. Porque somos nosotros, los cristianos, quienes debemos anunciar a Jesús a los demás. Aquellas gentes que lo seguían se entusiasmaban ante Él, porque lo experimentaban. Veían a alguien que curaba, que acogía, que liberaba...Alguien que sabía amar. Veían en Él el Amor encarnado. Si nosotros, sus seguidores, en vez de imitarle, de seguirle en lo fundamental, nos quedamos en palabras, en ritos, en ideas...nunca lograremos que la gente se entusiasme por Él. No es el catecismo, la teología, lo que debemos transmitir, sino su vida, su amor. Y esto sólo lo lograremos si vivimos como Él.
"Jesús entró otra vez en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano tullida,y espiaban a Jesús para ver si lo sanaría en sábado y tener así algo de qué acusarle.Jesús dijo al hombre de la mano tullida:
– Levántate y ponte ahí en medio.
Luego preguntó a los demás:
– ¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?
Ellos se quedaron callados.Jesús miró entonces con enojo a los que le rodeaban y, entristecido porque no querían entender, dijo a aquel hombre:
– Extiende la mano.
El hombre la extendió, y la mano le quedó sana.Pero los fariseos, en cuanto salieron, comenzaron junto con los del partido de Herodes a hacer planes para matar a Jesús."
Jesús nos sigue mostrando que el hombre es más importante que el sábado. Y los fariseos quieren deshacerse de Él. Jesús nos dice que Dios no puede mandar nada que perjudique al hombre. Los fariseos ven que son las normas y las leyes las que les dan poder sobre los demás; por eso les molesta Jesús. Para Él el bien del hombre pasa por encima de todo. Esa debe ser nuestra Fe. ¿Realmente lo es?¿Pensamos en los demás antes que en nosotros?¿Nos creemos buenos cristianos porque cumplimos las normas, pero nos olvidamos del bien de los demás? El Amor a los demás es fuente de vida. Las normas sin pensar en el otro, matan.
"Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados, y sus discípulos, según iban, comenzaron a arrancar espigas.Los fariseos le preguntaron:
– Oye, ¿por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido en sábado?
Él les dijo:
– ¿Nunca habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron necesidad y sintieron hambre?Siendo Abiatar sumo sacerdote, David entró en
la casa de Dios y comió los panes consagrados, que solamente a los
sacerdotes les estaba permitido comer. Además dio a los que iban con él.
Jesús añadió;
– El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.Así que el Hijo del hombre tiene autoridad también sobre el sábado." Es un problema de siempre. Dar un valor supremo a las leyes sobre el hombre. Las leyes, que están hechas para ayudar al hombre, acaban siendo cadenas y, son utilizadas por unos cuantas para dominar a la mayoría. Esto que ocurre en la sociedad civil, ocurre también, por desgracia, en el mundo de la religión. Cuando se pierde el verdadero espíritu de la religión, se reemplaza por el culto a los preceptos. Estos se convierten en lo único importante y, de hecho, sirven para que unos pocos dominen a la mayoría. Jesús toma una de las leyes más importantes para los judíos, el cumplimiento del sábado, para decir que lo importante es el hombre, no las normas. Para Jesús la norma más importante era el Amor. Amar a Dios y amar al prójimo. Todo lo demás queda supeditado a este Amor.
"En una ocasión estaban ayunando los seguidores de Juan el Bautistan y los de los fariseos. Algunas personas fueron a Jesús y le preguntaron:
– Los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan: ¿por qué no ayunan tus discípulos?
Jesús les contestó:
– ¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar.Pero vendrá el momento en que se lleven al novio; entonces, cuando llegue ese día, ayunarán.
Nadie remienda un vestido viejo con un trozo
de tela nueva, porque lo nuevo encoge y tira del vestido viejo, y el
desgarrón se hace mayor.Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos,
porque el vino nuevo hace que revienten los odres y que se pierdan tanto
el vino como los odres. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres
nuevos."
Este evangelio nos dice que Jesús es vino nuevo. Todo es distinto a partir de Él. Y nosotros no acabamos de entenderlo. Conversión, hacerse su discípulo, significa hacerlo todo nuevo. No valen componendas. Nosotros queremos seguirlo, pero sin dejar lo que tenemos. Queremos vino nuevo sin tirar los odres viejos. Seguir a Jesús es entregarse en cuerpo y alma a un Dios Padre - Madre, un Dios que es amor. Un Dios que antes que el ayuno y los preceptos, quiere nuestro corazón. Este es el vino nuevo: una religión basada en la entrega, en el amor a todos y no en reglas y preceptos en los que está ausente el amor. El ayuno que nos pide Jesús ahora es el amor a los pobres, la lucha contra la injusticia, el amor al más débil...Este es el vino nuevo que debemos guardar en odres nuevos.
"Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus seguidores.Cuando vio pasar a Jesús dijo:
– ¡Mirad, ese es el Cordero de Dios!
Los dos seguidores de Juan le oyeron decir esto y siguieron a Jesús.Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les preguntó:
– ¿Qué estáis buscando?
Ellos dijeron:
– Maestro, ¿dónde vives?
Jesús les contestó:
– Venid a verlo.
Fueron, pues, y vieron dónde vivía; y pasaron con él el resto del día, porque ya eran como las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Le dijo:
– Hemos encontrado al Mesías (que significa: Cristo).
Luego Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús, y cuando Jesús le vio, dijo:
–Tú eres Simón, hijo de Juan, pero serás llamado Cefas (que significa: Pedro)." El día 4 de Enero ya comentamos este evangelio. No debemos contentarnos con leerlo una vez. Cada vez que lo hagamos encontraremos nuevos detalles. Cada vez profundizaremos más en su mensaje. Por eso hoy os brindo el comentario de Koinonia (Centro Bíblico Iberoamericano)
"En el evangelio de hoy, Juan nos relata en encuentro de Jesús con los
primeros discípulos que elige. Es un texto del evangelio, obviamente
simbólico, no un relato periodístico o una “crónica” de aquellos
encuentros. Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos
interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que... “serían
las cuatro de la tarde”? Hemos perdido el rastro de lo que pudo tener
de especial aquella hora concreta como para que Juan la detalle.
Dos
discípulos de Juan escuchan a su maestro expresarse sobre Jesús como el
“cordero de Dios”, y sin preguntas ni vacilaciones, con la misma
ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera
lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos,
lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se
entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué
buscan?”, “¿Maestro donde vives?”, ”Vengan y lo verán”. Estos buscadores
desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de su
grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que
los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada y
quedarse con él.
Este gesto simbólico se ha comentado siempre
como una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras,
son precisos también los hechos; no sólo teorías, sino también
vivencias; no «hablar de» la buena noticia, sino mostrar cómo la vive
uno mismo, en su propia carne estremecida de gozo. O sea: una
evangelización completa debe incluir una visión teórica, pero sobre todo
tiene que ser un testimonio. El evangelizador no es un profesor que da
una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal.
El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma,
convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.
Seguir
a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una
experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas –incluidas las
teologías–, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón –y el de los demás–
sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el
testimonio personal.
En la vida real el tema de la vocación no
es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de
las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden
«elegir su vida», sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y
no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado
de Dios es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la
sobrevivencia y por conseguirla del modo más humano posible. Este
llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles circunstancias de la
vida, son también un verdadero llamado de Dios, que debemos valorar en
toda su dignidad."
"Después fue Jesús otra vez a la orilla del lago. La gente se acercaba a él, y él les enseñaba.Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Leví se levantó y le siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Leví, y muchos cobradores de impuestos y otra gente de mala fama estaban también sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían.Unos maestros de la ley pertenecientes al partido fariseo, al ver que Jesús comía con todos ellos, preguntaron a los discípulos:
– ¿Cómo es que vuestro Maestro come con los cobradores de impuestos y con los pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
– No necesitan médico los que gozan de buena salud, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."
Leví era un corrupto. Los publicanos, además de recoger los impuestos del invasor, Roma, hacían trampa y se quedaban con dinero que cobraban de más. Jesús, llama a uno de esos corruptos a seguirle y luego se va a comer con él y sus amigos. No es de extrañar que los fariseos se escandalizaran de Jesús. Pero Jesús, aquí y en muchos otros actos de su vida, nos enseña algo importante: el pecador no es alguien que debe ser condenado, sino perdonado. El pecador es alguien al que hay que acoger para que cambie de vida, no alguien al que hay que rechazar como un apestado. Jesús nos enseña que el peso del Amor es mucho mayor que el peso del pecado, del mal, del error. No es condenando que se redime al pecador, sino perdonándolo. Además, seamos sinceros. Nosotros somos los primeros que necesitamos perdón.
"Algunos días después volvió Jesús a entrar en Cafarnaún. Al saber que estaba en casa,se juntaron tantos que ni siquiera cabían frente a la puerta, y él les anunciaba el mensaje.Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico.Pero como había mucha gente y no podían llegar
hasta Jesús, quitaron parte del techo encima de donde él estaba, y por
la abertura bajaron en una camilla al enfermo.Cuando Jesús vio la fe que tenían, dijo al enfermo:
– Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.
Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados pensaron:“¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Nadie puede perdonar pecados, sino solamente Dios.”Pero Jesús se dio cuenta en seguida de lo que estaban pensando y les preguntó:
–¿Por qué pensáis así?¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados quedan perdonados' o decirle: 'Levántate, toma tu camilla y anda'?Pues voy a demostraros que el Hijo del hombref tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
Entonces dijo al paralítico:
– A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
El enfermo se levantó en el acto, y tomando su
camilla salió de allí a la vista de todos. Así que todos se admiraron y
alabaron a Dios diciendo:
– Nunca habíamos visto nada semejante."
Pecado es todo aquello que no nos deja caminar, que nos paraliza. Europa contempla el drama de los que huyen de la guerra sin hacer nada. Este es un ejemplo de pecado colectivo; pero nosotros conocemos nuestras parálisis. Las veces, que aunque vemos al otro necesitado, no movemos un dedo para ayudarlo. Aquellos cuatro hombres que tomaron al paralítico y agujereando el techo lo llevaron a Jesús, sabían perfectamente lo que es el pecado. Por eso Jesús le dice, ante la sorpresa de todos, "tus pecados quedan perdonados". Y luego añade, que es lo mismo que decirle "levántate y anda". El perdón rompe las cadenas. El perdón de Jesús nos permite volver a andar, volver a actuar en ayuda del prójimo. Nuestra sociedad, nosotros, estamos necesitados del perdón de Jesús. Los problemas que nos rodean son fruto de nuestra parálisis. Debemos acercarnos a Jesús para volver a andar; porque su perdón lo tenemos asegurado.
"Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:
– Si quieres, puedes limpiarmen de mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
– Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio.Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
– Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a
contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar
abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares
donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle."
La lepra era sinónimo de impureza. El leproso no podía acercarse a las poblaciones y debía señalar su presencia tocando una campanilla. Tocar a un leproso te convertía automáticamente en alguien impuro.
Esta escena debió romper todos los esquemas de los judíos. El leproso no se aleja, sino que se acerca a Jesús. Cree en Él y sabe que puede curarle. Jesús no sólo los acepta, sino que lo toca. En vez de quedar impuro Jesús, el leproso se cura, pierde su impureza.
Vemos a Jesús que se acerca a los excluidos, no los rehúye. El quiere que vuelvan a formar parte de la sociedad. Le dice al leproso que vaya a los sacerdotes a ofrecer la ofrenda que le devolverá a la vida normal. Es tanta su alegría que, a pesar de la advertencia de Jesús, proclama por todas partes lo que Jesús a hecho con él. Esto hace que todos los excluidos vayan a verle.
En nuestra sociedad sigue habiendo excluidos. Personas que hemos estigmatizado por su manera de ser o de vivir y a los que intentamos mantener alejados. Si nos consideramos verdaderos discípulos de Jesús, es hacia ellos en primer lugar que debemos dirigirnos. Ellos nos necesitan para volver a incluirse en la sociedad.
"Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús,y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al momento se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados,y el pueblo entero se reunió a la puerta.Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba hablar a los demonios, porque ellos le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar apartado.Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús,y cuando lo encontraron le dijeron:
– Todos te están buscando.
Él les contestó:
– Vayamos a otros lugares cercanos a anunciar también allí el mensaje, porque para esto he salido.
Así que Jesús andaba por toda Galilea anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios."
Rezar, curar, anunciar...Esto es lo que hacía Jesús en su día a día. Lo vimos ayer y volvemos a verlo en el evangelio de hoy. El comentario de Koinonia nos deja claras una serie de cosas que no debemos olvidar: "La acción liberadora de Jesús tiene una finalidad clara y solidaria:
el servicio. Al sanar a los enfermos presenta dos palabras clave:
levantar y disponerse a servir. Jesús ofrece un método cercano para
sanar. Lo primero “tocar” al otro, acercarnos a su situación personal,
más que palabras de buena fe es mostrarle nuestra cercanía y
preocupación por lo que está viviendo. Lo segundo “servir” a quienes nos
rodean sabedores de que “el bien es difuso de sí mismo” y que
“sintiendo” el amor de Dios en la vida no se puede menos que ser
agradecido dando lo mejor a los demás. Por otra parte Jesús está contra
lo espectacular, actúa desde la simplicidad de la vida sin esperar
reconocimientos ni aplausos y en esa sencillez nos muestra que tiene
todo el poder para asumir nuestras miserias y cargar con nuestras
enfermedades. Que como el joven Samuel sepamos estar atentos a la
palabra del Señor en los acontecimientos, las personas y su palabra
escrita para responder en este día con alegría: “habla Señor que tu
siervo escucha”. Si queremos seguir a Jesús debemos actuar como Él. "Tocando", estando cerca del otro. Sólo así podremos librarlo del mal. Y alimentados con la oración, que no es otra cosa que escucharlo a Él.