"Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos le acompañaron. Cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oir a Jesús, se preguntaba admirada:
– ¿Dónde ha aprendido este tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?
Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo:
– En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de sanar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.
Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando."
Jesús vuelve a su pueblo y allí lo despreciaron. No podían creer que al hijo de María, el carpintero, pudiese ser Hijo de Dios, el Mesías. Ellos esperaban un Mesías grandioso: ¿cómo iba a ser el Hijo de Dios aquel ser humilde? Como no encontró Fe, tampoco hubo milagros.
A nosotros nos puede pasar algo semejante a lo que les pasó a los paisanos de Jesús. No reconocerlo en el otro. No saberlo ver en los acontecimientos cotidianos. Esperamos a un Dios grandioso y olvidamos que habita en los pobres, en los enfermos, en los perseguidos...Los habitantes de Nazaret se asombraron ante Jesús; pero no creyeron en Él. Nosotros podemos asombrarnos ante los otros, pero no creemos que Jesús está en ellos. Nos admiramos quizá de lo que hacen, pero no los imitamos.
Fer el miracle de sanar i sanarnos, El Fill de Josep el fuster. Pare Nostre
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