Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
Sus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Después de esto, Jesús los despidió, subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Jesús no quiere que nadie pase necesidad. Por eso comparte los siete panes que tenían con la multitud. La enseñanza es, que por poco que tengamos, por pequeño que sea nuestro compartir, saciará a muchos.
"Leía el otro día que aproximadamente un tercio de la humanidad tiene a día de hoy problemas para mantener un nivel básico de nutrición. Es decir, se mueven justo en el límite. Cada día es una lucha por conseguir el pan o el arroz necesarios para mantenerse. Cada día sienten la inseguridad de lo que puede suceder mañana. Una parte de este tercio es que realmente no llega al mínimo y experimenta la desnutrición con todas sus consecuencias para la salud.
Frente a ese tercio está el otro tercio que lo que tienen (me atrevería a decir “tenemos”, aunque no estoy ni mucho menos seguro de que todos los lectores estén en este grupo) son problemas de exceso de alimentación. En este grupo la comida se ha convertido en un arte. Pero, como contrapartida, proliferan los problemas de obesidad, diabetes, colesterol y otros que son provocados por una ingesta excesiva. Para más inri, en esa parte del mundo donde vive este tercio se despilfarran y tiran a la basura cantidades enormes de alimentos.
Parece mentira que después de tantos años y de una producción de alimentos que bastaría y sobraría para alimentar adecuadamente a toda la humanidad, todavía estemos así. Incapaces de distribuir lo que tenemos para que llegue a todos.
Jesús, en el evangelio de hoy, da de comer a mucha gente. No quiere que nadie desfallezca. No preparan una comida especial. No es un banquete. Simplemente toman lo que tienen y lo comparten. Hasta sobró, como siempre que se comparte la comida.
Dar de comer sigue siendo el mejor signo del reino. No es casualidad que el rito fundamental de los cristianos sea la eucaristía, que no es más que una comida convertida en sacramento. Dios mismo se hace alimento para todos. Por eso, en realidad, siempre que compartimos la mesa, que damos de comer, celebramos de algún modo la eucaristía, alimentamos e incrementamos la vida, damos esperanza. La comida en común nos habla del reino, de fraternidad, de justicia. Pero nuestras eucaristías no serán reales del todo hasta que todos, sin excepción, se puedan sentar a la mesa."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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