lunes, 3 de febrero de 2025

LIBERADOS DEL MAL

 


Llegaron a la otra orilla del lago, a la tierra de Gerasa. En cuanto Jesús bajó de la barca se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro. Este hombre había salido de entre las tumbas, porque vivía en ellas. Nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Pues aunque muchas veces lo habían atado de pies y manos con cadenas, siempre las había hecho pedazos, sin que nadie le pudiera dominar. Andaba de día y de noche entre las tumbas y por los cerros, gritando y golpeándose con piedras. Pero cuando vio de lejos a Jesús, echó a correr y, poniéndose de rodillas delante de él, le dijo a gritos:
– ¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¡Te ruego, por Dios, que no me atormentes!
Hablaba así porque Jesús le había dicho:
– ¡Espíritu impuro, deja a ese hombre!
Jesús le preguntó:
– ¿Cómo te llamas?
Él contestó:
– Me llamo Legión, porque somos muchos.
Y rogaba mucho a Jesús que no enviara los espíritus fuera de aquella región. Y como cerca de allí, junto al monte, se hallaba paciendo una gran piara de cerdos, los espíritus le rogaron:
– Mándanos a los cerdos y déjanos entrar en ellos.
Jesús les dio permiso, y los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos. Estos, que eran unos dos mil, echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y se ahogaron.
Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y contaron en el pueblo y por los campos lo sucedido. La gente acudió a ver lo que había pasado.  Y cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su cabal juicio al endemoniado que había tenido la legión de espíritus. La gente estaba asustada, y los que habían visto lo sucedido con el endemoniado y con los cerdos, se lo contaron a los demás. Entonces comenzaron a rogar a Jesús que se fuera de aquellos lugares.
Al volver Jesús a la barca, el hombre que había estado endemoniado le rogó que le dejara ir con él. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
– Vete a tu casa, con tus parientes, y cuéntales todo lo que te ha hecho el Señor y cómo ha tenido compasión de ti.
El hombre se fue y comenzó a contar por los pueblos de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos se quedaban admirados.

Jesús cura a aquel endemoniado. Una de las cosas que favorecen esta curación, es que aquel hombre reconoce su mal, se reconoce endemoniado. En el evangelio, los endemoniados son enfermos del espíritu. Jesús, en este caso, transmite el mal a los cerdos. Los gerasanos se asustan ante esto y le piden que se marche. El curado le pide seguirle. Jesús le dice que debe explicar a sus compatriotas lo que ha sucedido. Ante sus explicaciones , pasaron del miedo a la admiración. 
Todos hemos sido curados por Jesús. Nuestro testimonio ante los otros puede causar admiración y acercarlos a Cristo.

"Todos se admiraban. Es normal, porque las cosas que hacía Jesús eran admirables. Como admirables son los ejemplos de vida de las personas que nos encontramos en la primera lectura. Y, a pesar de ser admirables, no consiguieron lo prometido, “porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro”, porque no había llegado la hora de Jesús.
Pero con la presencia de Jesús, la cosa cambia. Comienza a cambiar el signo de la batalla entre el bien y el mal. Lo que hasta entonces parecía imposible, derrotar al demonio, porque incluso con cadenas no podían sujetar al individuo, cambia absolutamente con la mera cercanía de Cristo. Los demonios se alteran, intuyen lo que les espera, pero les da igual. Esta vez, la victoria es del Bien, con mayúscula. El mal se retira, acaba sumergido y ahogado.
Los lugareños se asustaron, nos dice el texto evangélico. También es normal, porque muchas veces, cuando no entendemos algo, nos asustamos. Para entender lo que hace Jesús, es preciso haber compartido el camino, y estar en la onda en la que emitía Cristo. Si escuchas y no entiendes, la cosa puede dar miedo, porque sin fe hay muchas cosas incomprensibles. E imposibles.
El exendemoniado desea unirse al grupo de los seguidores de Jesús, quiere ir con Él y ser parte del grupo. Compartir su nueva vida con Aquél que le ha devuelto a la vida. Pero Jesús tiene otros planes para él. No todos están destinados a vivir con Jesús, compartiendo el camino y la vida. Eso queda reservado para un pequeño grupo de elegidos. A este hombre, por el contrario, le manda a ser “misionero en su casa”.
Y, por lo que parece, este hombre lo hizo bien, a conciencia. Se encargó de que todos supieran lo que el Señor había hecho por él, cómo le había devuelto la paz, liberándole de todos los demonios que no le dejaban vivir en paz. Quién sabe, puede que otras muchas personas alcanzaran también la paz, gracias a la predicación de esta persona.
Nosotros, seguramente, no hemos sido liberados de una legión de demonios, pero, con toda seguridad, hemos sentido la liberación que supone recibir el perdón por nuestros pecados. Esa reconciliación con Dios, con la Iglesia y con los hermanos, que nos libra del peso de las cadenas que supone saberse en deuda."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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