Luego Jesús llamó a la gente y dijo:
– Escuchadme todos y entended: Nada de lo que entra de fuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sale del corazón del hombre es lo que le hace impuro.
Cuando Jesús dejó a la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre esta enseñanza. Él les dijo:
– ¿Así que vosotros tampoco lo entendéis? ¿No comprendéis que ninguna cosa que entra de fuera puede hacer impuro al hombre? Porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y después sale del cuerpo.
Con esto quiso decir que todos los alimentos son puros, y añadió:
– Lo que sale del hombre, eso sí le hace impuro. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de dentro y hacen impuro al hombre.
Al igual que en el texto de ayer, Jesús sigue quitando importancia a las normas, a las prácticas externas...El bien y el mal residen en el corazón. De ahí sale la verdadera impureza. Jesús enumera el verdadero mal que sale siempre del corazón; pero del corazón también sale el verdadero bien. Es desde el corazón que debemos amar a Dios. Es allí donde Él habita.
"Todas las religiones conocidas han lidiado con este tema de la pureza/impureza. Es normal. Desde nuestro punto de vista humano y limitado, Dios es el todopoderoso, ser superior a todos lo imaginable, el santísimo y el puro. Es puro porque en él no tiene nada de presencia de cualquier cosa que sea mala o sucia.
Como consecuencia lógica, para acercarse a él es condición necesaria la pureza. El hombre se tiene que despojar, liberar, de todo lo que pueda ser impuro o sucio, de todo lo que sea pecado en cualquiera de sus formas. Porque la presencia de Dios aborrece lo impuro. Cualquier cosa que sea impura o sucia repele a Dios, no se puede acercar ni mezclar con la divinidad. La impureza y Dios son como el agua y el aceite no se pueden mezclar.
A partir de ahí, todas las religiones se han esforzado por determinar y clasificar todo lo que puede hacer impura a la persona. Han terminado haciendo siempre listas larguísimas de pecados y de cosas que hacen impuros a hombres y mujeres. Y, paso necesario siguiente, han establecido las formas y rituales como la persona puede recuperar la pureza. Así estamos y así funciona muchas veces nuestra mente.
Pero la realidad es que en Jesús toda esta forma de pensar pierde su sentido. Jesús, Dios con nosotros, se acerca a los impuros, a los pecadores, se mezcla con ellos. Deja claro que él ha venido a salvar a los pecadores. Más aún, se hace impuro él mismo, al menos según lo que eran las normas judías de la pureza. Desde el momento en que nace en un pesebre, en que es adorado por los pastores, gentes impuras por excelencia, en que se mezcla con los pecadores y come con ellos. En Jesús Dios se acerca a los impuros y les tiende una mano salvadora, hecha de amor gratuito e incondicional.
Y deja claro que más allá de todas las reglas rituales de la pureza, puros inventos humanos, lo que hace impuras a las personas es el mal que tantas veces sale de su corazón. ¿Quién es puro desde este punto de vista? Nadie. Por eso, él ha venido a salvarnos, a sanarnos, a reconciliarnos, a darnos una nueva oportunidad a todos. Sin excluir a nadie. Porque todos somos impuros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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