viernes, 17 de enero de 2025

FE Y PERDÓN



 Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».

Aquí vemos la gran Fe de aquellos hombres que vencen todas las dificultades para presentar al paralítico a Jesús. Jesús, no sólo lo cura, sino que también le perdona sus pecados.
Hay lecciones importantes para extraer. Primero, que nuestra Fe puede y debe ayudar a que los demás encuentren a Dios. Segundo que Dios es un Dios de perdón. Tercero que el perdón de Dios nos libra de la parálisis, hace que dediquemos nuestras vidas a los demás, que volvamos a andar.

"Lo que se juega en este relato evangélico no es tanto si Jesús puede curar o no. Lo importante es si puede perdonar los pecados. Ahí es donde los que le escuchan encuentran una blasfemia, una ofensa radical a Dios. ¡Sólo Dios puede perdonar los pecados! ¡Sólo Dios tiene la lleva que permite a la persona liberarse de la carga del error cometido y poder comenzar de nuevo! Y el que se arroga ese poder blasfema contra Dios. Todo esto tiene una contrapartida: yo no estoy obligado a perdonar a mi hermano porque eso solo lo puede hacer Dios.
Nosotros podemos usar esta historia para contrargumentar: está claro que Jesús podía perdonar los pecados porque Jesús era Dios. Lo que pasa es que sus oyentes no habían dado el salto de fe hasta reconocer la divinidad de Jesús. Nosotros creemos en esa divinidad y por eso podemos encontrar en Jesús el perdón de nuestros pecados y el camino de la salvación, una vez que hemos dejado atrás esas culpas. Todo eso se materializa en la celebración del sacramento de la reconciliación, de la penitencia, en la confesión, que parece que es el momento en el que Dios perdona nuestros pecados.
Creo que debemos ir más allá. Nuestro Dios es un Dios Padre que ama y perdona y reconcilia, que siempre nos ofrece nuevos caminos y nuevas esperanzas. Lo que hacemos en el sacramento de la reconciliación no es tanto obtener el perdón de unos pecados concretos –los que hemos cometido desde la última confesión– sino celebrar el perdón de Dios que está siempre con nosotros. Siempre. Siempre.
Más allá todavía. En Jesús se nos ha entregado a todos el ministerio de la reconciliación. Todos somos portadores de ese perdón de Dios para nosotros y para nuestros hermanos y hermanas. Lo dice Pablo en la segunda carta a los Corintios: “Todo procede de Dios que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación” (5,18). Jesús puede perdonar los pecados y nosotros, sus discípulos, también. Precisamente ese es el ministerio que se nos ha encargado: liberar, perdonar, reconciliar, abrir caminos a la esperanza. Nunca condenar ni excluir ni rechazar sino acoger y salvar."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario