Por aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.
(Mt 11,25-30)
Ayer toda España se quedó sin corriente eléctrica. De golpe nos encontramos todos sin recursos. No teníamos forma de comunicarnos sin internet, los móviles sin cobertura, sin radio...Nosotros que nos creíamos poderosos, nos descubrimos débiles y sin recursos. No pude evitar recordar los años ochenta, cuando llegué a África. Si allí hubiese ocurrido lo mismo, ni me abría enterado; porque en Togoville no teníamos electricidad. Teníamos un grupo electrógenos que poníamos en marcha tres horas durante la noche. Y vivíamos felices sin las malas sensaciones de ayer. Por eso entiendo el elogio que hace hoy Jesús de la sencillez. Entiendo que Dios ama a los que confían en Él. Los que toman su yugo, el de la entrega a los demás, el del Amor...
Nos sobra mucho orgullo y prepotencia.
Qué ingenua es la soberbia.
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