Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones:
– No os dirijáis a las regiones de los paganos ni entréis en los pueblos de Samaria; id más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca.
(Mt 10,1-7)
Jesús elige a los doce. Jesús nos elige también a nosotros. Y, como a ellos, nos da el poder sobre el mal y el poder de curar a los demás. Si realmente nos consideramos sus seguidores, es con nuestra entrega, haciendo el bien a todos, ayudando a los que más lo necesitan, como lo demostraremos. Así lograremos que el Reino llegue a nosotros.
" (...) El Evangelio nos muestra la elección de los doce. Algunos lo traicionarán más adelante. ¿Qué hizo el Señor? ¿Se vengó de ellos?“La venganza es un plato que se toma frío”, dicen algunos. ¿Merece la pena servirlo? ¿Produce una satisfacción profunda y duradera vengarse? No te dejes arrastrar por la venganza. Como reza una de las estrofas del salmo 32 que hoy recitamos en la liturgia: “Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia”
Dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, permitiéndonos ver no solo con los ojos físicos, sino también con los ojos del corazón, abiertos a la belleza y la verdad de la creación divina, donde la venganza, tan presente en nuestro mundo, no tiene lugar."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)
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