Cuando Jesús recibió aquella noticia, se fue de allí, él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente, al saberlo, salió de los pueblos para seguirle por tierra. Al bajar Jesús de la barca, viendo a la multitud, sintió compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos. Como se hacía de noche, los discípulos se acercaron a él y le dijeron:
Ya es tarde y este es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida.
Jesús les contestó:
– No es necesario que vayan. Dadles vosotros de comer.
Respondieron:
– No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.
Jesús les dijo:
– Traédmelos.
Mandó entonces a la multitud que se recostara sobre la hierba. Luego tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios, partió los panes, se los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Cada vez que, en la Comunidad, bendecimos la mesa antes de comer y el encargado de turno dice." ...y da pan a los que no tienen", resuena en mi interior el evangelio de hoy: "dadles vosotros de comer". ¿De verdad somos conscientes de que TODOS somos culpables del hambre en el mundo? Ante las imágenes que nos llegan de Gaza todos nos horrorizamos. Pero, ¿qué hacemos para solucionar el problema? La sociedad ataca a los inmigrantes que, en definitiva, lo que buscan es una vida mejor. Huyen muchos de ellos del hambre.
Si nos consideramos discípulos de Jesús, debemos luchar para erradicar la pobreza del mundo. El apoyo de Jesús no nos faltará y recogeremos doce canastas con las sobras.
"Empatizar, curar, dar de comer, bendecir. Así podríamos resumir el texto evangélico de hoy. Si durante los días de la semana anterior, Jesús hablaba en parábolas y explicaba así lo que era el reino que anunciaba, si el evangelista traía a cuento el sábado pasado la historia de la muerte/asesinato de Juan el Bautista a manos de Herodes, que nos servía para entender mejor por contraste lo que es el reino, ahora Jesús hace vida lo que es el reino. Y lo podemos comprender en esos cuatro verbos o acciones.
Lo primero es empatizar. El texto dice que Jesús sintió lástima de los que se acercaban a él. Eso y no otra cosa es empatizar por mucho que en la actualidad eso de “sentir lástima” nos parezca oprobioso. Empatizar es ponerse en el lugar del otro para comprender lo que siente o piensa, lo que experimenta. Los ingleses dicen que es ponerse en los zapatos del otro. Jesús era capaz de empatizar con los que le rodeaban. Hacía suyos sus alegrías y sus dolores. Y actuaba en consecuencia.
Lo segundo es curar. Eso es cuidar, atender a la persona en sus necesidades. No basta solo con la empatía. Luego, en la medida de nuestras posibilidades y recursos, tenemos que hacer algo. Jesús curó a los enfermos. Quizá nosotros no podemos curar pero podemos escuchar, atender, echar una mano, ayudar…
Lo tercero es dar de comer. Alimentar es cuidar la vida porque el alimento es la necesidad básica que hay que cubrir para mantenerse en vida. En realidad, es otra consecuencia del primer verbo. El que empatiza y se hace consciente de las necesidades ajenas, descubre esa necesidad básica que es el dar de comer al que pasa hambre. Y en nuestro mundo to-davía hay mucha hambre.
Y la última acción es bendecir. Bendecir y no maldecir. Mucho menos condenar. Bendecir lo podemos hacer todos. No es exclusivo de los sacerdotes. Si bendijésemos más y maldijésemos menos, este mundo iría mejor. Y el reino estaría más presente entre nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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