Luego Jesús dijo a sus discípulos:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la recobrará. ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? El Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos. Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto al Hijo del hombre venir como rey.
Jesús lo que nos pide es que nos entreguemos. Que vivamos para los demás. Esto es ganar la vida. Mirarnos a nosotros mismos, centrarnos en nuestro provecho, el egoísmo, es perder la vida. Aunque creamos que esto nos hace más poderosos.
"De entrada, la lectura de estas palabras de Jesús en el texto evangélico de hoy nos hacen sentirnos un poco mal. Podríamos incluso llegar a pensar, si nos lo permitiésemos, que Jesús se ha puesto un poco borde, demasiado exigente: para seguirle, para estar con él, hay que negarse a uno mismo. Es como si dijese que yo tengo que desaparecer, anularme, dejar de ser quien soy. Para ser sincero, me cuesta aceptarlo. De entrada.
Pero vamos a pensar un poco con sentido común. La verdad es que en la historia y en torno a nosotros, nos encontramos con personas tan obsesionadas con sus egos, tan centradas en buscar su seguridad en la salud, en las riquezas, en el dominio sobre los demás, que, al final, terminan arruinando su vida y encontrándose más solos que la una. Es lo que tiene ponerse uno en el centro del universo y mirarse continuamente al ombligo. Los demás pasan a ser satélites de los que me sirvo cuando y en la medida en que me hacen falta, en que me sirven. Lo que suele suceder es que esos otros o bien se enfadan y se niegan a tener relación conmigo o bien se sitúan en un posición tan inferior que en realidad no puede llegar a tener una relación de tú a tú con ellos, una relación humana, una relación gratificante.
La verdad es si hago eso que he explicado en el párrafo anterior, me voy a quedar solo. Y me voy a perder lo mejor de la vida: la relación con los demás, el cariño, el encuentro fraterno, todo eso que es lo verdaderamente valioso en la vida. Claro que para poder establecer una relación de ese tipo, lo primero es renunciar a ser el centro del universo. O, dicho en palabras de Jesús, lo primero es negarme a mí mismo, tomar mi cruz y empezar a caminar con mis hermanos no para servirme de ellos sino como un hermano más. Ahí sí que voy a ganar mi vida, voy a ganar lo que hace que la vida sea verdaderamente valiosa: la amistad, el cariño, el amor. Todo eso que es el Reino del que tanto nos habla Jesús.
En esta perspectiva, se nos hace que Jesús no es demasiado exigente. Simplemente, habla con mucho sentido común. Porque, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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