miércoles, 6 de agosto de 2025

JESÚS TRANSFIGURADO

 


Jesús subió a un monte a orar, acompañado de Pedro, Santiago y Juan. Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus ropas se volvieron muy blancas y brillantes. Y aparecieron dos hombres conversando con él: eran Moisés y Elías, que estaban rodeados de un resplandor glorioso y hablaban de la partida de Jesús de este mundo , que iba a tener lugar en Jerusalén. Aunque Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Cuando aquellos hombres se separaban ya de Jesús, Pedro le dijo:
– Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pero Pedro no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los envolvió en sombra; y al verse dentro de la nube, tuvieron miedo. Entonces de la nube salió una voz que dijo: “Este es mi Hijo, mi elegido. Escuchadle.”
Después que calló la voz, vieron que Jesús estaba solo. Ellos guardaron esto en secreto, y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.

Jesús no se nos transfigura como a Pedro, Santiago y Juan. O eso creemos. En realidad nos faltan momentos de paz, de silencio, de "montaña", para poder meditar con profundidad. Esos momentos de oración en los que sentimos a Jesús más presente que nunca, son auténticas transfiguraciones. Es ahí donde tomamos fuerza para entregarnos de verdad en nuestra vida de cada día. Los apóstoles lo guardaron en secreto. Nosotros no debemos vanagloriarnos de nuestros momentos de meditación profunda. Pero sí transmitir a los demás, lo que hemos descubierto en esos momentos. Es allí donde encontraremos la fuerza para nuestra entrega.

"Esta historia de la Transfiguración, la fiesta que hoy celebramos, marca un punto importante en la relación entre Jesús y sus amigos más cercanos. Es un punto importante pero no definitivo, como se verá más adelante, cuando llegan los momentos más difíciles de verdad. Basta recordar que al momento de la pasión Pedro niega tres veces conocer a Jesús y los demás discípulos salen corriendo asustados y atemorizados.
Pero es un momento importante porque en la vida pública de Jesús ha habido muchos cambios. De aquella primavera de Galilea en que eran multitudes los que seguían a Jesús ya queda poco. Las multitudes se han quedado en unos pocos. Es la consecuencia del enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas de su tiempo. Cunde el desánimo entre las filas de sus más allegados. Quizá piensan en sus adentros que no ha valido la pena dejar su vida ordinaria para seguir a Jesús. Quizás…
Precisamente en ese momento colocan los evangelistas esta historia de la Transfiguración. Con sus más amigos, con los más cercanos, Jesús hace un aparte. Se da un paseo hasta lo alto de una montaña. Allí tienen tiempo para charlar tranquilos. Desde lo alto de la montaña, las cosas se ven de otra manera. Surge la confidencia tranquila. Se abre el corazón con más facilidad. La comunicación es más sencilla. Escuchamos con más atención porque no hay ruido que distraiga. Se comprende mejor al otro. Ahí se les hizo más claro a Pedro, Santiago y Juan quién era Jesús. Y cuánto valía la pena seguir con él. Pasase lo que pasase luego. Lo que ven, lo que sienten, lo que experimentan, les ha llegado tan adentro que no les resulta fácil decírselo a los demás. Pero saben que tiene sentido haberlo dejado todo para irse con Jesús.
Quizá a nosotros nos haga falta también de vez en cuando un rato de subir a la montaña, de charlar con tranquilidad, de escuchar al Otro, de dejar que su Palabra nos llegue al corazón. Y luego volver al camino con fuerzas renovadas. Al menos, debemos ser conscientes de nuestra debilidad, por un tiempo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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