Isaías sigue presentándonos a un Señor que "destruirá la muerte para siempre y secará las lágrimas de todos los rostros." Y el Evangelio nos muestra a Jesús que siente compasión de la multitud que lleva tres días con Él sin comer. Nos encontramos ante el Señor misericordioso que no quiere el sufrimiento ni el dolor. Como los apóstoles, quizá nos encontramos perplejos ante la afirmación de Jesús. Ante la desgracia, la injusticia, el dolor, las lágrimas, esperamos que Dios solucione las cosas. Olvidamos que, el sentido profundo de la Encarnación que esperamos en Adviento, es que Dios se hace hombre. Que Dios actúa en la historia por nuestras manos. Somos nosotros los que debemos solucionar las desgracia, luchar por la justicia, calmar el dolor y secar las lágrimas de la humanidad. Nosotros somos las manos, los pies, los labios de Dios, que nos han de acercar a besar y acariciar al que llora.
Hay tantas lágrimas que secar en estos tiempos que a veces da la impresión de que hagamos lo que hagamos nunca vamos a llegar a nada.
ResponderEliminarJesús consiguió mucho con muy poquito, ¿alguna vez nos convenceremos de que aunque sea poquito lo que podamos hacer siempre va a ser esa gota de agua que unida a muchas otras consiguen formar los mares y los océanos?
Un abrazo
Cuando seco -literalmente hablando-las lágrimas de otros,me siento plena y esa plenitud sale del corazón y ....ojalá sea Jesús el que me guie para seguir haciéndolo, secando- en mi pobre medida- lágrimas de todas clases.
ResponderEliminarBsucos
Gó