La liturgia de hoy se centra en la idea de que aquél que vendrá, posee el Espíritu del Señor. Isaías nos aclara en qué consiste ese espíritu: de inteligencia y sabiduría, de consejo y de valor, de conocimiento y temor de Dios.
"No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, sentenciará a los sencillos con rectitud; Será la justicia el ceñidor de sus lomos; la fidelidad, el cinturón de sus caderas. habitará el lobo junto al cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el ternero y el leoncillo pacerán juntos; un muchacho pequeño cuidará de ellos. La vaca vivirá con el oso, sus crías se acostarán juntas; el león comerá paja, como el buey, el niño de pecho jugará junto al escondrijo de la serpiente, el recién destetado meterá la mano en la hura del áspid. nadie causará ningún daño en todo mi monte santo..."(Is 11,4 - 9)
Y en el evangelio encontramos a Jesús dando gracias porque son los sencillos los que entienden esto y no los sabios ( o los que creen serlo). Son los sencillos los que saben encontrar el amor.
Queremos arreglar nuestra sociedad con el poder y la fuerza; pero sólo lo lograremos si alcanzamos ese Espíritu de sencillez, si buscamos la justicia, la paz, lograremos esa sociedad, que no es, sino el Reino de Dios. Y ese espíritu sólo se consigue viviendo con intensidad cada momento presente. Sintiéndonos en cada instante en la presencia de Dios y unidos a nuestros hermanos. Viviendo conscientemente cada instante de nuestra vida.
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