"Jesús pasó de allí a la región de Tiro y Sidón. Una mujer cananea que vivía en aquella tierra, se le acercó dando voces:
– ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio!
Jesús no contestó ni una palabra. Entonces los discípulos se acercaron a él y le rogaron:
– Dile a esa mujer que se marche, porque viene dando voces detrás de nosotros.
Jesús les dijo:
– Dios me ha enviado únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él y le pidió:
– ¡Señor, ayúdame!
Él le contestó:
– No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.
– Sí, Señor – dijo ella –, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces le dijo Jesús:
– ¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres.
Desde aquel mismo momento, su hija quedó sanada."
Nos encontramos ante un extraño texto. Por primera vez vemos a un Jesús que parece ignorar el dolor de una mujer. Los discípulos no sólo lo ignoran, sino que les molesta y piden a Jesús que la eche con cajas destempladas. No es una hija de Israel. Nosotros diríamos: no es de los nuestros.
Jesús se detiene, la escucha y le recuerda su condición de extranjera y acaba por alabar su gran Fe.
Nosotros solemos dar demasiada importancia a la ortodoxia, a si son de los nuestros. Estos días nos indignamos ante la crueldad de los que matan por no convertirse al islam. Olvidamos quizá la conquista (nunca debió serlo) de América con "la cruz y la espada". Hemos tenido tendencia a juntar dos cosas, que nunca deberían ir unidas: la cruz y la espada.
Somos intolerantes con aquellos que piensan diferente, que son distintos...Y este texto nos enseña que la Fe no se basa en las ideas, en creer unos dogmas, unas ideas, sino en AMAR. Es evidente que aquella cananea no creía lo mismo que los judíos. Y de Jesús, lo único que sabía, era que sanaba a los enfermos. Sin embargo Jesús alaba su GRAN FE. Tras lo que Jesús llama Fe se encuentra, evidentemente, el gran amor a su hija, que le empuja a arrojarse a los pies de Jesús y aceptar la prueba de su desprecio.
La Fe se fundamenta en el amor. La verdadera Fe del cristiano es el Amor. Por eso la Fe no puede llevarnos nunca a la condena, a la exclusión. No puede ir acompañada de la espada. La Fe, como el Amor, no tiene límites.
Bon día Joan Josep:
ResponderEliminarEs tant cert.
Aquest món solem fer tria, aquest pensa com jo, l´altre està equivocat,Un es català, l´altre castellà i si ens centresim que tots som germans, fills de Déu amb diferentes cultures, pot-ser hi hauria més AMOR i menys guerres.
Una abraçada desde Valencia, Montserrat