"Llegaron
los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para tenderle una
trampa, le pidieron alguna señal milagrosa que probara que él venía de
parte de Dios. Jesús suspiró profundamente y dijo:
– ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Os aseguro que no se les dará ninguna señal.
Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue a la otra orilla del lago."
Los fariseos no creían en Jesús. Aquel hijo de carpintero que curaba, acogía a la gente, repartía amor, no les decía nada. Para creer, ellos necesitaban una señal del Cielo, un hecho prodigioso. Para ellos, lo que hacía Jesús no era prodigioso.
Hoy, también pedimos hechos prodigiosos para creer. Como los fariseos, estamos ciegos ante los actos de Jesús. Él no ama la parafernalia, el espectáculo. Jesús se manifestaba en la sencillez y sigue haciéndolo así. Jesús se acercaba al sufriente, al despreciado, al "impuro", y lo curaba. Luego les decía que no dijeran nada.
Hoy tenemos toda esa gente que va entregando su vida poco a poco. Que ayuda al que nada tiene. Que ama al que todos desprecian. Que acoge al desamparado. Ahí está Jesús, pero no sabemos verlo. Quizá porque esas personas no son creyentes. Pero Jesús actúa a través de ellas.
La Fe es ver a Jesús en la sencillez. En el corazón de muchas personas, que ni siquiera saben que Él está allí. Saberlo ver en nuestro corazón.
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lunes, 12 de febrero de 2018
SABERLO VER
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Acollir Jesús a cada moment i en cada persona. Pare Nostre
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