"Al día siguiente, la gente que permanecía en la otra orilla del lago advirtió que los discípulos se habían ido en la única barca que allí había, y que Jesús no iba con ellos. Mientras tanto, otras barcas llegaron de la ciudad de Tiberias a un lugar cerca de donde habían comido el pan después de que el Señor diera gracias. Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron:
– Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.
Le preguntaron:
– ¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?
Jesús les contestó:
– La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado."
La gente no había entendido que la multiplicación de los panes era un "signo", una "señal". Jesús les muestra que aquello era una lección para que descubrieran el verdadero pan de vida. El pan que nos da el Hijo del hombre. Un pan que debemos compartir con todo el mundo.
Jesús, dando de comer a la multitud, nos enseña que debemos creer en Él, que debemos ser como Él. Debemos ser otros Cristos. Koinonia nos lo explica con profundidad:
"En la vida cristiana hemos caído permanentemente en la tentación de
confundir la necesidad con la fe. Este es una verdadera traición a la
vida cristiana. La fe para un discípulo de Jesús es hacer la voluntad
del Padre y de manera procesual hacer el itinerario discipular hasta
llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo. Muchas veces seguimos a
Jesús buscando solucionar un asunto de índole personal, necesidad o
problema cotidiano. Jesús, en el relato evangélico, nos invita a
trabajar por el alimento que perdura para la vida eterna, que es: “hacer
la voluntad del Padre”. Pero ¿qué significa hacer la voluntad del
Padre? De manera contundente hemos de decirlo: Hacer la voluntad del
Padre es hacer el proceso de cristificación. Es decir, permitir que el
Crucificado-Resucitado nazca, crezca, se desarrolle en mí y así poder
parirlo y ofrecerlo al mundo desde y con mi propia vida. Revisemos
nuestro seguimiento a Jesús. ¿Estamos dispuestos a hacer la voluntad del
Padre en nuestra vida? ¿Somos conscientes de lo que significa vivir la
hondura del bautismo en nuestra existencia?"
Facis la Vostra voluntad en la Terra com en el Cel.
ResponderEliminarPare Nostre
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