"Unos fariseos se acercaron a Jesús, y para tenderle una trampa le preguntaron:
– ¿Le está permitido a uno separarse de su esposa por un motivo cualquiera?
Jesús les contestó:
– ¿No habéis leído en la Escritura que Dios, al principio, ‘hombre y mujer los creó’? Y dijo: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán como una sola persona.’ Así que ya no son dos, sino uno solo. Por lo tanto, no separe el hombre lo que Dios ha unido.
Ellos le preguntaron:
– ¿Por qué, pues, mandó Moisés entregar a la esposa un certificado de separación cuando se la despide?
Jesús les dijo:
– Precisamente por lo tercos que sois os permitió Moisés separaros de vuestras esposas; pero al principio no fue así. Yo os digo que el que se separa de su esposa, a no ser por motivo de inmoralidad sexual, y se casa con otra, comete adulterio.
Le dijeron sus discípulos:
– Si esta es la situación del hombre respecto de su mujer, más vale no casarse.
Jesús les contestó:
– No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios ha dado que lo comprendan. Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse. Algunos ya nacen incapacitados para el matrimonio; a otros los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte."
Este texto, más que hablar de la indisolubilidad del matrimonio, que sí lo hace, habla de la dignidad de la mujer. En Israel la mujer estaba supeditada totalmente al hombre y este podía repudiarla por motivos nimios. Jesús, al indicar que son una sola persona, está señalando la igualdad de la mujer y del hombre.
Veamos la reflexión que hace Koinonia:
"El amor incondicionalmente fiel de Dios, hace posible unas “segundas nupcias” con su pueblo. Su fidelidad, redime el presente, perdonando. En la controversia con los fariseos, Jesús cuestiona el derecho matrimonial vigente, que dejaba a las mujeres en situación de indefensión e inferioridad ante los varones, proponiendo regresar al designio primero de Dios. Si la unicidad y la complementariedad entre ambos (integral, no solo sexual), desde un principio respondían a su voluntad, porque ya no son dos sino una sola carne, Moisés no podía legislar contra eso, lo que deslegitimaría el repudio por él autorizado. En el trasfondo de esta polémica podemos percibir las preocupaciones mayores, en Jesús y en la comunidad de Mateo, por la dignidad e igualdad de las mujeres y la justicia en las relaciones de los sexos, derechos inalienables en cualquier ética comunitaria equitativa. Nunca tendremos autoridad moral ante el mundo, mientras sigamos justificando, favoreciendo y reforzando actitudes entre nosotros, en todo contrarias a las enseñanzas de Jesús. ¿Cuidamos que nuestros prejuicios y superficialidades cómplices no favorezcan y refuercen estas desigualdades y discriminaciones?"
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