"Mientras andaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero al tercer día resucitará.
Esta noticia los llenó de tristeza.
Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron:
– ¿Tu maestro no paga el impuesto para el templo?
– Sí, lo paga – contestó Pedro.
Luego, al entrar Pedro en casa, Jesús se dirigió a él en primer lugar, diciendo:
– ¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros?
Pedro contestó:
– A los extranjeros.
– Por lo tanto – añadió Jesús –, los propios súbditos no tienen que pagar nada. Pero, para que nadie se ofenda, ve al lago y echa el anzuelo. En la boca del primer pez que pesques encontrarás una moneda que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo. Llévatela y págalos."
Jesús anuncia su muerte y resurrección. Los discípulos se entristecen, porque no entienden la resurrección. Sólo ven la muerte y que perderán a Jesús.
También les da una lección sobre los deberes para con los demás. No debemos tener privilegios. El hecho de ser Hijos, no nos exime de nuestras contribuciones. ¿Por qué, por el hecho de formar parte de la Iglesia, pedimos privilegios y exenciones a los gobiernos? La Iglesia española debería reflexionar sobre esto. El pueblo no lo entiende.
Jesús anuncia su muerte y resurrección. Los discípulos se entristecen, porque no entienden la resurrección. Sólo ven la muerte y que perderán a Jesús.
También les da una lección sobre los deberes para con los demás. No debemos tener privilegios. El hecho de ser Hijos, no nos exime de nuestras contribuciones. ¿Por qué, por el hecho de formar parte de la Iglesia, pedimos privilegios y exenciones a los gobiernos? La Iglesia española debería reflexionar sobre esto. El pueblo no lo entiende.
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