El Anacoreta y su discípulo fueron a la ciudad a cumplir con su visita anual al obispo. Un escultor realizaba un busto de su eminencia. El discípulo quedó admirado de cómo de aquel pedazo de piedra podía formarse poco a poco una obra de arte. En el camino de vuelta se hacía lenguas del artista.
Cuando ya llevaban un rato en silencio el Anacoreta dijo:
- Cuentan una historia que atribuyen a Miguel Ángel. Estaba el artista ante un bloque de mármol y un niño se sentó a observar cómo trabajaba. Todos los días miraba cómo el escultor iba arrancando pacientemente trozos de piedra. Hasta que realizó un precioso león. El niño, admirado, le preguntó: '¿Cómo sabías que dentro de la piedra había un león?'. Miguel Ángel le respondió: 'Porque antes lo he visto con mi corazón'.
Como el discípulo guardaba silencio, añadió el Anacoreta:
- ¿Recuerdas que te dije que necesitabas la disciplina del corazón? Pues de eso se trata. De mirarlo todo con el corazón. Esa es la verdadera oración. Mirar, escuchar, hacerlo todo con el corazón. Tanto si te miras a ti mismo como al peor de los hombres, dentro del bloque de mármol verás un hermoso león. Y entonces sabrás, pacientemente, ir quitando poco a poco todo aquello que lo enmascara. Irás quitando de ti y de los otros todo aquello que oculta su verdadero ser. Esta es una de las pistas que pedías para crecer en tu vida espiritual.
Y siguieron andando en silencio, contemplando la puesta de sol que embellecía el desierto, pero que aún más, hacía bellos sus corazones.
De mirarlo todo con el corazón. Esa es la verdadera oración. Mirar, escuchar, hacerlo todo con el corazón. Tanto si te miras a ti mismo como al peor de los hombres, dentro del bloque de mármol verás un hermoso león. Y entonces sabrás, pacientemente, ir quitando poco a poco todo aquello que lo enmascara. Irás quitando de ti y de los otros todo aquello que oculta su verdadero ser.
ResponderEliminarQue ermoso consejos, deberíamos cumplirlo y segura mente, la vida sería más ermosa.
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