Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados. Sus discípulos arrancaban espigas de trigo, las desgranaban entre las manos y se comían los granos. Entonces algunos fariseos les preguntaron:
– ¿Por qué hacéis algo que no está permitido en sábado?
Jesús les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y tomó los panes consagrados, comió de ellos y dio también a sus compañeros, a pesar de que solamente a los sacerdotes les estaba permitido comer de aquel pan.
Y añadió:
– El Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.
Jesús y sus discípulos no debían tener muchos recursos; por eso arrancaban espigas para comer sus granos. Para los judíos lo más grave, es que lo hacían en sábado. Nuestra sociedad está rodeada de personas que no tienen lo suficiente para alimentarse y dar de comer a su familia. Nuestra hipocresía hace que miremos hacia otro lado. No entendemos que toda esa gente que atraviesa el Mediterráneo lo hace buscando una vida mejor, subsistir. Y no entendemos que si después roban, es porque no les permitimos trabajar por falta de papeles y ellos han de comer. Las leyes han de estar al servicio del hombre y no al revés. Y todos, aunque no tengan nada. son hombres.
"Si el texto de la Epístola a los Colosenses que debíamos haber leído ayer expresaba por medio de un himno litúrgico la dimensión cósmica de la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, hoy pone de relieve su eficacia en la vida concreta de los creyentes. La reconciliación de cielo y tierra acaecida en la Cruz se refleja en cada uno de nosotros “gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo”, que nos santifica y purifica. Pero, como esto no es un acto mágico ni meramente cósmico, sino que establece una relación personal con Dios (expresada en ese estar “en su presencia”), es necesario que nosotros perseveremos con coherencia en esa fe y esa esperanza.
Esta vida reconciliada con Dios es una verdadera liberación del estrecho legalismo en que había caído la comprensión de la ley mosaica, con su multitud de nimias y asfixiantes prescripciones. Jesús expresa esa libertad en su respuesta a las críticas de los fariseos, afirmando su propio señorío sobre la ley, en este caso, en relación con el sábado, la más sagrada de las obligaciones mosaicas, puesto que, hasta Dios, que descansó el séptimo día, se somete a ella (cf. Gn 2, 2).
El descanso sabático de Jesús es el que tiene lugar después del Viernes Santo, tras su muerte en la Cruz, que nos purifica, reconcilia y libera del pecado y de la muerte. Por eso, todas las prescripciones de la antigua ley mosaica son llevadas a su perfección (cf. Mt 5, 17) por este señorío de Cristo, que las resume y realiza en la única ley del amor, la ley de la libertad: “dilige, et quod vis fac”, “ama y haz lo que quieras” (San Agustín)."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)
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