¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece? Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; cantamos canciones tristes y no llorasteis.’ Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís que es un glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran los impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.
A Juan y a Jesús los critican para no seguirlos. Nosotros criticamos a aquellos que nos interpelan, para quedarnos tranquilos. No nos gusta que nos compliquen la vida; pero seguir a Jesús implica comprometerse, ir contra corriente, meterse en dificultades.
"Jesús tiene en mente la figura de Juan el Bautista. Fue un hombre austero, vivió en el desierto separado de todo. Su vida provocaba, hacía pensar. Pero aquella gente lo solucionó con cierta facilidad diciendo que Juan estaba poseído por un demonio. Fue suficiente para quedarse tranquilos. Lo más todo quedó en una conversación de sobremesa, un comentario un poco irónico. Y todo olvidado. Ya podían volver a lo suyo.
Jesús también se refiere a sí mismo. Él no se ha ido al desierto. Se ha situado en medio de la gente. Comparte con ellos las cosas de la vida. Dolores y alegrías. Así da testimonio del amor de Dios. Como dice el mismo Jesús, “come y bebe”. Pero aquellos indiferentes encontraron rápidamente la explicación adecuada que les podía dejar tranquilos y que les permitía volver a lo suyo, a sus intereses. Es que Jesús era “comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. ¿Cómo iba a ser mensajero de Dios el que vivía de ese modo y se hacía amigo de gentes de mal vivir? Basta. No había necesidad de dedicar a Jesús ni un minuto de su tiempo. Era imposible que Dios se presentase así en medio de su querido pueblo de Israel. Si fuese el mensajero de Dios, se habría hecho respetar y se habría mostrado de otra manera. Que Dios tiene otro nivel. Conclusión: tranquilidad en el frente, hay que esperar a que venga otro.
La pregunta sería dónde nos situamos nosotros. Porque a veces da la impresión de que nos alineamos con ese grupo de la gente indiferente. Vamos a misa, decimos que somos cristianos y seguidores de Jesús. Pero en realidad vamos a lo nuestro. Y el mensaje de Jesús casi no nos toca ni la piel. Los mártires que hoy celebramos si dejaron que ese mensaje les tocase la piel. Y más adentro."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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