viernes, 1 de septiembre de 2023

ESTAR PREPARADOS

 


El reino de los cielos podrá entonces compararse a diez muchachas que, en una boda, tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no tomaron aceite de repuesto; en cambio, las previsoras llevaron frascos de aceite además de las lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se durmieron. Cerca de medianoche se oyó gritar: ‘¡Ya viene el novio! ¡Salid a recibirle!’ Entonces todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas van a apagarse.’ Pero las muchachas previsoras contestaron: ‘No, porque entonces no alcanzará para nosotras ni para vosotras. Más vale que vayáis a donde lo venden y compréis para vosotras mismas.’ Pero mientras las cinco muchachas iban a comprar el aceite, llegó el novio; y las que habían sido previsoras entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta. Llegaron después las otras muchachas, diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’ Pero él les contestó: ‘Os aseguro que no sé quiénes sois.’
Permaneced despiertos –añadió Jesús–, porque no sabéis el día ni la hora.

"El texto evangélico de hoy sigue con el tema de la vigilancia. “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora”, dice Jesús al terminar. El tema se ilustra con una parábola ya conocida: la de las diez vírgenes, cinco sensatas y cinco necias.
A primera vista, se me ocurre que estas vírgenes sensatas no son muy solidarias con las cinco vírgenes necias. Desde el punto de vista evangélico, lo suyo habría sido que hubiesen compartido el aceite. No solo eso. Es que además, cuando llega el esposo, pasan todas a la fiesta y cierran la puerta, a sabiendas de que faltaban las cinco vírgenes necias a las que habían forzado a ir a comprar aceite para sus lámparas. Bien le podían haber dicho al esposo que faltaban otras cinco vírgenes y que había que dejar la puerta abierta para que pudiesen entrar cuando llegasen. Pero no, cierran la puerta y las dejan fuera. Casi hasta podríamos pensar que se alegran cuando el esposo, ante sus llamadas desde fuera, dice “No os conozco”. Todo esto ya nos puede hacer pensar en cuál habría sido la actitud más cristiana.
Pero las parábolas no se leen así. No hay que buscar cada elemento o momento de la parábola para darle una interpretación. Las parábolas son cuentos o historias breves con una única conclusión o enseñanza. Sus personajes se pueden portar mal o bien (recordemos la parábola del administrador injusto, por ejemplo). Eso no es importante. Lo que importa es la enseñanza final.
En esta parábola la enseñanza es sencilla y la explicita Jesús en sus palabras finales: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”. Cada minuto, cada segundo es importante en nuestra vida y hay que vivirlo a tope. No podemos dormirnos en los laureles. Hay que estar atentos y ser prudentes, tener aceite en nuestras lámparas y dedicar la vida al servicio del esposo. O lo que es lo mismo, al servicio de la buena nueva del Reino. Porque es lo único que vale la pena."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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