Los fariseos preguntaron a Jesús cuándo había de llegar el reino de Dios, y él les contestó:
– La venida del reino de Dios no es posible de calcular. No se dirá: ‘Aquí está’ o ‘Allí está’, porque el reino de Dios ya está entre vosotros.
Y dijo a sus discípulos:
– Vendrán tiempos en que querréis ver siquiera uno de los días del Hijo del hombre, pero no lo veréis. Algunos dirán: ‘Aquí está’, o ‘Allí está’, pero no vayáis ni los sigáis. Porque así como el relámpago, con su resplandor, ilumina el cielo de uno a otro lado, así será el Hijo del hombre el día de su venida. Pero primero tiene que sufrir mucho y ser rechazado por la gente de este tiempo.
El Reino ya está aquí, pero necesitamos ojos nuevos para saberlo ver. El Reino está en todos aquellos que saben amar. En los que dedican su vida a los demás, especialmente a los pobres, a los olvidados, a los enfermos, a los perseguidos...
El Reino de Dios está en nuestro corazón si sabemos amar, si nos entregamos totalmente y seguimos en nuestra vida el camino, el ejemplo de Jesús.
"El “ama y haz lo que quieras” de san Agustín podría ser interpretado como carta blanca para hacer lo que a uno le da la gana. Pero mirando un poco mejor, parece que no hay nada más lejos de la realidad. Hacer lo que se quiere desde el amor trata siempre de poner al otro por delante, de entregarse a la persona amada, de sacrificarse por ella, de evitar todo lo que pueda molestarle. Nunca hace lo que da la gana por comodidad o gusto propio, sino lo que indica el amor.
Buscamos el reino de Dios y a veces parece que hasta lo encontramos. Pero, ¿en qué consiste un reino? Un reino es un lugar donde hay un reinante; un reinante que marca sus reglas, que determina la vida de sus súbditos. En el caso del reino de Dios, hay una regla única, que es el amor. Pero luego vienen las características de tal reino de amor: vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor. Dejar que Dios reine, precisa, entonces, una serie de acciones difíciles y totalmente contrarias a “hacer lo que a uno le da la gana”. Porque hacer la paz puede querer decir entregar algo propio, dejar atrás la competitividad, a la agresión, al deseo de control. Hacer la justicia puede querer decir renunciar a algún privilegio para que otros puedan llegar a la medida de su necesidad y dignidad. Defender la verdad puede significar acarrearse el desprecio o la persecución de otros. Amar es bastante sacrificado. Nada que ver con hacer lo que a uno le da la gana.
No hace falta buscar aquí o allá, aunque a veces, en las acciones de verdad, justicia y paz de otros nos encontramos con el reino. Porque dice Jesús que el reino está entre nosotros. Las semillas de verdad, de justicia, de paz sí están en personas que aman y hacen el bien. Pero antes de que el reino “reine” plenamente, como Jesús “antes tendremos que padecer mucho”."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)
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