martes, 7 de diciembre de 2021

NOS BUSCARÁ SIEMPRE




 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños."

El Padre no parará hasta encontrarnos. El Dios de Jesús, es un Dios de misericordia, de perdón, de Amor. No quiere que nadie se pierda y hará todo lo posible por recuperarnos. Si nos paramos. Si buscamos momentos de silencio, Él seguro que nos encuentra.

"Estamos frente a un tema crucial para Jesús, para Mateo y para la comunidad cristiana de todos los tiempos: los pequeños y los humildes de la comunidad, como predilectos de Dios. Es en el marco de este tema donde aparece el relato de la oveja extraviada. Indiscutiblemente este es un relato estructurante de la manera de ser y proceder de los cristianos. Este relato define la identidad del cristianismo. No se puede seguir a Jesús y matricularse en la aventura del Reino si los pequeños, los vulnerables, los excluidos y los indocumentados no son sujetos preferenciales al interior de la comunidad de los bautizados. Jesús coloca el énfasis de la parábola en ir a buscar la oveja extraviada. Este es el énfasis que la Iglesia debe hacer también hoy. La Iglesia no puede seguir condenando y excluyendo a las personas como lo hizo anteriormente, sino salvando e incluyendo, como mandato dado por el Maestro de Nazaret. Nadie condenado, nadie excluido… es la quintaesencia del ser cristiano. ¿Y ahora, estás en búsqueda de las ovejas extraviadas?" (Koinonía)

lunes, 6 de diciembre de 2021

JESÚS NOS HACE ANDAR

 


Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: "Hombre, tus pecados están perdonados."
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: "¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?" Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: "¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa." Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: "Hoy hemos visto cosas admirables."

Jesús nos hace andar. La sociedad, el mundo, nos paraliza. Muchas cosas nos atan y clavan para que no podamos avanzar. Jesús nos perdona y quita de nosotros el peso de nuestros errores, que no nos dejan andar. Andar significa luchar por cambiar nuestra sociedad; por convertirla en el Reino; por hacer de ella un mundo de justicia y de Amor. 

"Entrar en contacto existencial con Jesús hace nueva toda la vida y destruye toda experiencia deshumanizadora. Jesús ofrece la vida, que todo lo hace nuevo. Quien encuentra a Jesús encuentra al libertador que hace posible acabar con la parálisis y el abatimiento. Jesús perdona los pecados, es decir, desata los nudos que amarran a un hombre convirtiéndolo en paralítico, dejándolo inmóvil y a merced de los demás. La fe en Jesús devuelve al ser humano la libertad y le permite recobrar su dignidad perdida. El hombre que fue llevado tullido delante de Jesús, al entrar en contacto existencial con Él, queda constituido en hombre libre. Frente a la realidad de vida que provoca Jesús, no queda más camino para la religión que alarmarse y escandalizarse de la liberación que es capaz de realizar. Que la experiencia de encuentro con Jesús genere, en cada bautizado, una libertad y vida abundante, capaz de hacer que otras y otros experimenten el amor de Dios que se expresa en liberación frente a toda estructura de muerte." (Koinonía)

domingo, 5 de diciembre de 2021

ABRIR CAMINOS DE IGUALDAD


 

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios."

"En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia.
Juan Bautista, profeta precursor de Jesús, fue hijo de un “mudo” (pueblo en silencio) que renunció al “sacerdocio” (a los privilegios de la herencia), y de una “estéril” (fruto del Espíritu). Le “vino la palabra” estando apartado del poder y en el contacto con las bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: “todos verán la salvación de Dios”. La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvación), con una condición: la conversión (“preparad el camino del Señor”). ¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?
La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “aquilatar lo mejor” (Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos de justicia” (1,11).
Esa renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso (Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios.
Adviento es el tiempo litúrgico dedicado por antonomasia a la esperanza. Y esperar es ser capaz de cambiar, y ser capaz de soñar con la Utopía, y de provocarla, aun en aquellas situaciones en las que parece imposible.
Dejémonos impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que estas celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia de estos días nos ayuden a profundizar el misterio que estamos por celebrar.
Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, Él camina con nosotros señalando el camino porque “Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9)." (Koinonía)

sábado, 4 de diciembre de 2021

ID Y PROCLAMAD EL REINO

 


En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: "Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis."

Ayer Jesús nos decía que no es cuestión de palabras, sino de actos. Hoy vuelve a repetirlo. Quiere que proclamemos su Reino y eso se hace curando, ayudando, luchando por la justicia. Muchos cristianos nos olvidamos de hacerlo. Por eso los trabajadores son pocos. Es hora de dejarse de teorías y tenemos que pasar a la práctica. Vivir como vivió Jesús.

"Para el común de los católicos está muy adentro de sus conciencias, porque así se enseñó desde hace mucho tiempo, el concepto que el anuncio de la Buena Noticia es cuestión de transmitir una doctrina o de predicar discursos. También se creyó que era asunto de enseñar y memorizar fórmulas dogmáticas inentendibles. Sin embargo, el Evangelio, leído con tranquilidad y con mirada interpretativa seria, hace caer en cuenta de que para Jesús el anuncio de la Buena Noticia equivalía a devolverle la vida digna a la gente, en especial a los más pobres y a los que eran víctimas del sistema de poder vigente entonces. La Buena Noticia del Reino, recuerda el Evangelio, consistió en sanar toda clase de enfermedades y dolencias. Jesús indica a sus seguidores que el anuncio de ella ha de manifestarse en actitudes concretas: Sanar enfermos, resucitar muertos, limpiar a los leprosos y expulsar demonios. La gratuidad será la norma, la medida, la realidad que lo rija todo: “Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar”" (Koinonía)

viernes, 3 de diciembre de 2021

QUE SEPAMOS VER...

 


En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: "Ten compasión de nosotros, hijo de David." Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo hacerlo?" Contestaron: "Sí, Señor." Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Que os suceda conforme a vuestra fe." Y se les abrieron los ojos.
Jesús les ordenó severamente: "¡Cuidado con que lo sepa alguien!" Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Nuestra sociedad nos ciega. No vemos la realidad sino lo que algunos quieren que veamos. Por eso necesitamos que Jesús nos recobre la vista y nos haga ver como Él ve. Dónde está la injusticia, la bondad, el bien...Que sepamos verlo en todas partes. Entonces nos veremos obligados a hablar de Él a todo el mundo.

"La sociedad de Jesús era teocrática típica. En esa sociedad quien ejerce el poder está amparado por el sistema religioso y teológico imperante. Es decir, una sociedad así es aquella donde todo el sistema pertenece a un Dios, todopoderoso y arrogante, que vive siempre en constante supervigilancia de las realidades humanas para castigar, con enfermedades y tragedias, el comportamiento humano. Ese modelo de dios ejerce el poder efectivo a través de los funcionarios del sistema religioso, que son en definitiva los que sostienen aquel modelo social. Ese sistema social era generador de grandes cegueras. No hay cosa más peligrosa y perjudicial para la salud, personal y comunitaria, que el matrimonio entre política y religión. Por eso en la liberación que Jesús hace de los oprimidos, en el caso de dos ciegos del evangelio de hoy, está liberando a Dios de todas las mezquindades en la que lo metió la religión. ¿El modelo de fe que tienes, ha generado en tu vida ceguera o te ha permitido verlo todo con mayor claridad?" (Koinonía) 

jueves, 2 de diciembre de 2021

ACTUAR Y MENOS HABLAR




En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente."

Seguir a Jesús supone escuchar sus palabras y ponerlas en práctica. Eso es construir la casa sobre roca. La mera palabrería es edificar sobre arena. Decir Señor, Señor, sin saber verlo en los otros y actuar compartiendo, luchando por la justicia, amando...es fabricar sobre arena.

"Comprender a Jesús, su exigencia y propuesta, su estilo de vida y aquello que pide para ser seguidor suyo, sólo se hace si se acepta con total radicalidad la propuesta del Reino que hizo. El Reino solo se comprende si se concibe en relación antagónica frente al "antirreino". Un seguidor de Jesús está llamado a liberarse de las falsas ideas de Dios, de conceptos idolátricos, que ponen al cristiano en actitud contraria a todo aquello por lo que Jesús hizo opción radical. ¿Cuáles son las características, ayer como hoy, de un falso dios, al que le podemos decir “¡Señor, Señor!? Ese falso dios, que es una creación hecha a imagen y semejanza del creyente, es un dios de tipo comercial, acumulador, un dios del poder, un dios legalista, en una sola palabra: el dios de la muerte. Muchas veces a ese tipo de dios es al que se le llama ¡señor! Cumplir las palabras de Jesús es lograr un cambio radical de vida, de proceder, de sentir y también de creer en Dios." (Koinonía) 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

SANABA A TODA LA GENTE




 En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino." Los discípulos le preguntaron: "¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?" Jesús les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Ellos contestaron: "Siete y unos pocos peces." Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.

"La humanidad de Jesús, que fue la manera concreta como vivió la experiencia de Dios, no fue el resultado de una práctica devocional, intelectual, de fuga, ni de aislamiento de las realidades del mundo. Jesús llegó a los niveles de humanidad que alcanzó y a la experiencia de Dios que transmitió, como el resultado de todo un proceso vital e histórico, conflictivo y polémico que le puso en dificultad con su familia, sus conciudadanos, con el poder político y con la religión. Jesús siempre estuvo en contacto con los más necesitados: enfermos, de toda índole; y gente que para el común, eran vagabundos y despreciables. Fue con ellos donde Jesús movilizó toda su compasión y asumió que Dios es el defensor de las víctimas que hay en la historia. El cristiano está llamado a ser como Jesús y a experimentar la humanidad en sus niveles más altos, viviendo la compasión, la misericordia y la inclusión. Esta es la manera concreta de ser fiel a Jesús de Nazaret y a la ética que transmitió." (Koinonía)