Paseban el Anacoreta y el joven que le sigue por el parque. En el tronco de un árbol vieron tres corazones gravados. Entonces el Anacoreta dijo:
- Los tres amores...
El joven añadió:
- Eros, Fília y Ágape.
Sonrió el anciano diciendo:
- No. No me refería a eso. Hablaba de los tres amores que debemos tener los hombres.
Ante la cara de extrañeza de su seguidor, se explicó:
- Debemos tener tres amores en la vida: Amor a Dios, amor al prójimo y amor a nosotros mismos.
Luego, sentándose en un banco, prosiguió:
- Solemos predicar siempre el primero. Pero...los tres son importantes. Si no nos amamos a nosotros mismo, si no nos aceptamos, es imposible amar a Dios y amar al prójimo. Si no amamos al prójimo, el amor a nosotros mismos es narcisismo, egoísmo...y el amor a Dios es en ese caso falso, mera santurronería. Y para amar a Dios auténticamente, nos hemos de amar a nosotros y amar al prójimo, si no, es posible que nuestro amor a Él sea falso y sin sentido...
y se quedaron sentados un buen rato contemplando a los niños jugar y a los ancianos tomar el sol en aquella mañana de invierno...
Muy buena reflexión la circuferencia de los tres para ser lleno y autentico, creo que siempre estamos aprendiendo en esto.
ResponderEliminarPerfecto.
ResponderEliminarTe amo hermano.
Lucia
Pero siempre y por encima de todo el Amor, por algo es el mandamiento más importante de todos. Me gusta esa unión que has hecho entre los tres, es cierto que ninguno de ellos sería real y verdaderamente sincero sin el otro
ResponderEliminarFeliz tarde
Pues , si , me gusta y lo veo lógico. La existencia de los tres es necesaria.
ResponderEliminarLuego nos queda aquello de las intensidades.... es otro punto.
Un beso...con copa ¡¡¡
Un triangulo perfecto..
ResponderEliminarAbrazo sincero...isa
Muy bonito, y muy acertado que empezases con el "amor a nosotros mismos". A menudo somos más crueles con nosotros mismos que con los demás, y eso impide cualquier otro tipo de amor.
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