lunes, 15 de agosto de 2011

ACOMPAÑAR A VIVIR


"Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo exclamó: 

- ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.
María dijo entonces:
- Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquéllos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa."

Hoy día de la Asunción de María, os dejo este comentario de Pagola:

"En este día de la Asunción de María, vamos a intentar descubrir uno de los rasgos más característicos del amor cristiano, se trata de saber acudir junto a quien puede estar necesitando nuestra presencia.
Ese es el primer gesto de María después de acoger con fe la misión de ser madre del Salvador. Ponerse en camino y marchar aprisa junto a otra mujer que necesita en estos momentos su cercanía.
Hay una manera de amar que debemos recuperar en nuestros días y que consiste en "acompañar a vivir" a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad o sencillamente vacío de toda alegría y esperanza de vida.
Estamos consolidando entre todos una sociedad hecha sólo para los fuertes, los agraciados, los jóvenes, los sanos y los que son capaces de gozar y disfrutar de la vida.
Estamos fomentando así lo que alguien ha llamado «el segregarismo social». Reunimos a los niños en las guarderías, instalamos a los enfermos en las clínicas y hospitales, guardamos a nuestros ancianos en asilos y residencias, encerramos a los delincuentes en las cárceles y ponemos a los drogadictos bajo vigilancia...
Así, todo nos parece que está en orden. Cada uno recibirá allí la atención que necesita, y los demás nos podremos dedicar con más tranquilidad a trabajar y disfrutar de la vida sin ser molestados.
Entonces procuramos rodearnos de personas simpáticas y sin problemas que no pongan en peligro nuestro bienestar, convertimos la amistad y el amor en un intercambio mutuo de favores, y logramos vivir «bastante satisfechos».
Sólo que así no es posible experimentar la alegría de contagiar y dar vida. Se explica que muchos, aun habiendo logrado un nivel elevado de bienestar y tranquilidad, tengan la impresión de que viven sin vivir y que la vida se les escapa aburridamente de entre las manos.
El que cree en la encarnación de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.
No se trata de hacer «cosas grandes». Quizás sencillamente ofrecer nuestra amistad a ese vecino hundido en la soledad y la desconfianza, estar cerca de ese joven que sufre depresión nerviosa, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro de ese niño solitario marcado por la separación de sus padres.
Este amor que nos hace tomar parte en las cargas y el peso que tiene que soportar el hermano es un amor «salvador», pues libera de la soledad e introduce una esperanza y alegría nueva en quien sufre, pero se siente acompañado en su dolor."

(José Antonio Pagola)



6 comentarios:

  1. feliz día de la Asunción! día de fiesta y gozo en esta España nuestra
    RAUL

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  2. Gracias Joan Josep por compartir este escrito de José antonio Pagola.
    Tu si que acompañas a ancianos enfermos.

    Que tinguis un buen diumenge.
    Una abraçada, Montserrat

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  3. Pagola, quién sino, podría escribir así.
    Acompañar en la vida, me parece tan certero.
    Un abrazo desde el viejo reyno
    Aiara

    (No me deja comentarte con la cuenta de Google)

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  4. Muy bueno el texto de Pagola, como siempre, que nos recuerda algo que a veces parece que tenemos un poco olvidado

    En los pueblos es más corriente que se tenga en cuenta a las personas que están solas o enfermas y si se les suele visitar con cierta frecuencia, y la verdad es que después de esos ratos pasados con ell@s, se siente siempre una gran satisfacción

    Un abrazo

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  5. La frase :"Acompañar a vivir"marca la esencia de lo que verdaderamente es amar.Lo hemos olvidado,nos hemos olvidado de "acompañar a vivir" para "acompañarnos a ser individualmente pobres" en la carrera hacia.. no sabemos dónde.
    Usaré esta reflexión de Pagola en adelante.Qué grande es acompañar a vivir!!!
    Besucos

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  6. Aiara. Cuando no te deje por la cuenta de Google, prueba Nombre/URL. No tengas miedo que tu dirección no sale.Yo mismo tengo quehacerlo así para comentar en mi propio blog. Un abrazo: Joan Josep

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