Aquel joven había pasado unos días en un Monasterio.
- Han sido unos días magníficos dedicados totalmente a Dios. Desgraciadamente, ahora, con mis actividades, no me quedará tiempo para Él.
El Anacoreta lo miró con simpatía y le dijo:
- Pues, sin embargo, Dios tendrá todo su tiempo para ti. Somos nosotros los que no encontramos un minuto para Él.
Le miró a los ojos y prosiguió:
- En el Apocalipsis nos dice: "He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno me abre, entraré y cenaré con él". Jesús nos ofrece una amistad familiar, sincera. Está ahí, a nuestra puerta esperando que abramos para cenar con nosotros. No está esperando de nosotros grandes ceremonias...Sólo que le abramos la puerta. Quiere estar junto a nosotros, como un amigo.
Puso una mano sobre su hombro y concluyó:
- Sí, hemos de buscar momentos sólo para Él. Pero Jesús nos pide algo más sencillo. Que en todo momento le abras la puerta. Que le dejes estar presente en tu trabajo, en tus reuniones, en tus actividades...Se trata de que recuerdes su presencia. De que le abras la puerta. Verás como todo lo que hagas cobra otro sentido. Todo lo harás con Él...
Y el Anacoreta, cuando el joven se alejaba, le pareció ver que caminaba con alguien a su lado...
Me siento muy reflejada en lo que dices, esos días siempre me han llevado al pasaje del Tabor y siempre he creído que tenía que verlos como un paréntesis para ayudar a recuperar las fuerzas perdidas y no como una meta para adormecerme en ella
ResponderEliminarSiempre me ha gustado mucho la frase del Apocalipsis y es verdad que a veces se nos olvida tener la puerta bien abierta, para no impedirle el paso
Un abrazo y felíz día
Joan
ResponderEliminarEs como decia Manuel
No estoy solo porque me veas
de que a mi lado no hay nadie
quien me acompaña me dice
que siempre estará a mi lado
Un abrazo