Miraban la ciudad desde la terraza. Era de noche, pero una extraña luz parecía envolverlo todo. El Anacoreta rompió el silencio diciendo:
- Noche iluminada. Así es nuestra vida. Estamos inmersos en la noche. No entendemos nada. Pero si lo descubrimos a Él, si nos dejamos acoger en sus brazos, todo se ilumina y cobra sentido.
Pasó un brazo sobre los hombros del joven seguidor y añadió:
- ¡Qué hermosa es la noche iluminada!
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