El Anacoreta, como todos los ancianos, tenía cada día más arrugas. Riendo le dijo a su joven seguidor:
- Las arrugas del cuerpo son fruto de la vida. En realidad son como condecoraciones por lo que hemos luchado y sufrido.
Luego, poniéndose serio, concluyó:
- Pero las arrugas del alma las fabricamos cada vez que renunciamos a nuestros ideales y que dejamos de luchar por ser nosotros mimos y por los demás. Esas son las verdaderas arrugas...
Arrugas en la cara y callos en las manos por haber amado a quien nadie quiere,los despreciados y marginados,los mal vestidos...
ResponderEliminargraceis joan josep
josep mª
Pues que me salgan muchas. Un besazo
ResponderEliminarHola Joan Josep.
ResponderEliminarDoncs,si, es un escrit amb molta sabiduría.
Una abraçada, Montserrat