"Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
– No llores.
En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto:
– Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!
Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
– Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.
También decían:
– Dios ha venido a ayudar a su pueblo.
Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús."
Jesús nos enseña que debemos ayudar a los más necesitados sin condición alguna. No hemos de esperar su petición, ni exigirles una conducta determinada. Así como Jesús se emociona ante quien acaba de perderlo todo, si nosotros queremos ser sus discípulos, debemos hacer lo mismo.
Ante las puertas de Europa están llamando muchas "viudas", ante las que no hacemos nada. Personas que lo han perdido todo y, en lugar de ayudarlas, las hemos encerrados en campos de concentración.
La gente de su tiempo se sintió admirada ante Jesús por su misericordia. ¿Seguimos nosotros su ejemplo?
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