"Sucedió que un sábado fue Jesús a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos le estaban espiando.
Al ver Jesús que los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo:
– Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que llegue otro invitado más importante que tú, y el que os invitó a los dos venga a decirte: ‘Deja tu sitio a este otro.’ Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: ‘Amigo, pásate a este sitio de más categoría.’ Así quedarás muy bien delante de los que están sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido.
Dijo también al hombre que le había invitado:
– Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán, y quedarás así recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten."
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Jesús nos enseña a no ser interesados en nuestras acciones. Nos pide que actuemos con gratuidad. Muchas veces, con nuestras obras, incluso con las buenas obras, buscamos un interés personal. Quedar bien. Que nos consideren. Obtener prestigio. Dios nos ama gratuitamente. Nosotros debemos amar con la misma gratuidad.
"Es humano el afán de ser, de situarse, de querer estar sobre los demás. Parece tan natural convivir con este deseo, que lo contrario se etiqueta en nuestra sociedad como “idiotez”. Quien no aspira a más, quien no se sitúa por encima de los demás, quien no se sobrevalora, es tachado a veces de “tonto” en este mundo tan «competitivo».
La «competitividad» es hoy día una de las cualidades más elogiadas en esta sociedad del siglo XXI. En ella hay un complejo sistema de normas de protocolo, por las que cada uno se debe situar en ella según su valía. En los actos públicos, las autoridades civiles o religiosas ocupan uno u otro lugar según escalafón, observando una rigurosa jerarquía en los puestos. Se está ya tan acostumbrado a tales reglas, que parece normal este comportamiento jerarquizado.
Jesús acaba con este tipo de protocolo, invitando a la sensatez y al sentido común a sus seguidores. Es mejor, cuando se es invitado, no situarse en el primer puesto, sino en el último, hasta tanto venga el jefe de protocolo y coloque a cada uno en su lugar.
El consejo de Jesús debe convertirse en la práctica habitual del cristiano. El lugar del discípulo, del seguidor de Jesús es, por libre elección, el último puesto. Lección magistral del evangelio que no suele ponerse en práctica con frecuencia. No hay que darse postín; deben ser los demás quienes nos den la merecida importancia; lo contrario puede traer malas consecuencias. El cristiano no debe situarse nunca por propia voluntad en lugar preferente.
No sólo no darse importancia, sino actuar siempre desinteresadamente. Jesús denuncia la práctica de aquellos que invitan a quienes los invitan, del “do ut des”, del “te doy para que me des”, y anima a invitar a pobres, lisiados, cojos y ciegos, gente a la que nadie invita, cuando se da un banquete; quien actúe así será dichoso, porque no tendrá recompensa humana, sino divina “cuando resuciten los justos”. Las palabras de Jesús son una invitación a la generosidad que no busca ser compensada, al desinterés, a celebrar la fiesta con quienes nadie la celebra y con aquellos de los que no se puede esperar nada. El cristiano debe sentar a su mesa, o lo que es igual, compartir su vida con los marginados de la sociedad, que no tienen, por lo común, lugar en la mesa de la vida: pobres, lisiados, cojos y ciegos. Quien así actúa sentirá la dicha verdadera de quien da sin esperar recibir.
Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy muestran las reglas de oro del protocolo cristiano: renunciar a darse importancia, invitar a quienes no pueden corresponder; dar la preferencia a los demás, sentar a la mesa de la vida a quienes hemos arrojado lejos de la sociedad.
Quien esto hace, merece una bienaventuranza que viene a sumarse al catálogo de las ocho del sermón del monte: «Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Para Jesús adquiere el verdadero honor quien no se exalta a sí mismo sobre los demás, sino quien se abaja voluntariamente. Paradójicamente, se adquiere el verdadero honor no exaltándose a sí mismo sobre los demás, sino poniéndose el último a su servicio. La generosidad se debe compartir con los “pobres” que no pueden pagar con la misma moneda, porque no tienen nada. Honor y vergüenza adquieren en boca de Jesús un contenido diferente: el honor consiste en servir ocupando los últimos puestos y esto ya no es motivo de vergüenza sino señal verdadera de que se está ya dentro del grupo de los verdaderos seguidores de un Jesús que "no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por muchos”." (Koinonía)
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domingo, 1 de septiembre de 2019
GRATUIDAD
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"...Al contrari, quan et convidin, seu en l'últim lloc, perquè quan vingui el qui t'ha convidat et digui: 'Amic, passa't a aquest lloc de més categoria.' Així quedaràs molt bé davant dels que estan asseguts amb tu a la taula. Perquè el que a si mateix s'engrandeix serà humiliat, però el qui s'humilia serà enaltit.
ResponderEliminarVa dir també a l'home que l'havia convidat:
- Quan facis un dinar o un sopar, no hi cridis els teus amics, als teus germans, als teus parents o als teus veïns rics; perquè ells al seu torn et convidaran, i quedaràs així recompensat. Al contrari, quan facis una festa, convida-hi pobres, als invàlids, coixos i als cecs; així seràs feliç, perquè ells no et poden pagar, però tu rebràs la teva recompensa quan els justos ressuscitin. "
Per a Jesús adquireix el veritable honor qui no s'exalta a si mateix sobre els altres, sinó qui s'abaixa voluntàriament. Paradoxalment, s'adquireix el veritable honor no exaltant-se a si mateix sobre els altres, sinó posant-se el últim al seu servei. La generositat s'ha de compartir amb els "pobres" que no poden pagar amb la mateixa moneda, perquè no tenen res. Honor i vergonya adquireixen en boca de Jesús un contingut diferent: l'honor consisteix a servir ocupant els últims llocs i això ja no és motiu de vergonya sinó senyal veritable que s'està ja dins el grup dels veritables seguidors d'un Jesús que "no ha vingut a ser servit, sinó a servir i donar la vida per molts "." (Koinonia)