sábado, 30 de diciembre de 2023

ANA LO RECONOCIÓ CON ALEGRÍA


 También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana. Se había casado siendo muy joven y vivió con su marido siete años; pero hacía ya ochenta y cuatro que había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones. Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Cuando ya habían cumplido con todo lo que dispone la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su pueblo de Nazaret. Y el niño crecía y se hacía más fuerte y más sabio, y gozaba del favor de Dios.

El comentario de ayer sirve para el texto de hoy. Ana, también una mujer sencilla reconoce a Jesús y, además, lo anuncia a los demás. No le debieron hacer mucho caso. Primero, era una mujer; y, para los judíos, no merecían crédito. Además era una anciana que muchos debían tener por demente. Pero ella, precisamente, fue quien lo reconoció.
A partir de ese momento Jesús llevó una vida normal, como cualquier niño, adolescente, joven...hasta que llegó su hora.

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