También les propuso Jesús esta comparación: “Mirad la higuera, o cualquier otro árbol: cuando veis que ya brotan sus hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el reino de Dios ya está cerca.
Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
No hay nada que dure para siempre, pero Jesús nos dice que su Palabra no pasará. Porque su Palabra es su Vida, es la Vida. Jesús habló con hechos, ayudando, perdonando, curando...En una palabra: amando. Y el Amor es lo único que nunca pasará.
"“Todo pasa y todo llega”, dice la célebre poesía de Machado. Y, algo aparentemente más pesimista que cantamos en Navidad: “Y nosotros nos iremos y no volveremos más…”. El Evangelio de hoy nos lo pone todavía más crudo: cielo y tierra pasarán… Es decir, todo, incluidos nosotros, pasará. Pero en realidad no dice: “todo pasará”, sino “cielo y tierra pasarán…” Lo que no pasará es, precisamente el Todo, el Absoluto. A una mentalidad relativista moderna, esto le puede resultar insultante. Pero es lo que hay. Cielo y tierra, es decir, todo lo que conocemos, pasará. Parece un pensamiento muy sombrío, y sin embargo, no lo es en absoluto. Porque pasará eso, que al fin y al cabo, es solo cielo y tierra. Y que no es todo. Pero permanecerá el Todo… La Palabra.
Todo esto parece muy abstracto. ¿Cómo se vive una cosa expresada en términos tan absolutos? Quizá empiece por la necesaria relativización de las cosas pasajeras, que, al fin y al cabo, pasan, y por la alegre confianza de que hay algo que no pasa. Los problemas pasan, los conflictos diarios pasan, los dolores de cabeza y las dificultades en el trabajo o en la familia… pasan. No pasa todo lo auténtico y verdadero: el amor de Dios y el que nos profesamos unos a otros; las obras de servicio; la generosidad extendida a otros; el bien que se haya podido hacer cada día; la verdad y los actos de justicia. Todo eso no pasa porque está arraigado profundamente en la Palabra de Dios, que es Vida.
“Pero lo nuestro es pasar… no hay camino, se hace camino al andar…” Una vez comentaba estas palabras con un grupo y alguien dijo: “Ahí hay un error: sí que hay camino. Cristo nos dijo que Él es el camino. No hay que inventarse nada.” Tenía razón esta persona, y quizá—sin saltarse las leyes prosódicas—habría que cambiar a algo así como “se descubre el camino al andar”. Se va conociendo más y más del Todo inabarcable. Lo importante, sin embargo, es caminar, seguir caminando. Y seguir caminando en ese descubrimiento de todo lo que es imperecedero: el amor, el servicio, el sacrificio, la justicia, la siembra de la paz…
Y entonces, se nos hace más luminoso el mensaje de hoy. Se nos hace posible una alegre confianza. Podemos andar seguros y serenos a pesar de todo lo terrible que vemos a nuestro alrededor y todas las cosas que pasan, y todos los seres queridos que aparentemente nos dejan. La Palabra no pasará. Su poder es un poder eterno y su reino no tendrá fin."
(Carmen Fernández Aguinaco, Ciudad Redonda)
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