¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños. |
Los educadores nos encontramos muy bien con los alumnos "buenos"; pero si seguimos a Jesús, hemos de dedicar todos nuestros esfuerzos por recuperar a los "perdidos". Aquellos díscolos, que no los querríamos en clase, que nos molestan...son los que más nos necesitan y a los que debemos dedicarnos con más Amor. Dentro de unos años, cuando los encontremos como antiguos alumnos, no es extraño que nos llevemos una gran alegría.
"Una vez los “pequeños” son los protagonistas de una narración de Jesús. Pequeños, en este caso, perdidos o extraviados u olvidados. Las matemáticas de Dios tercamente siguen apostando por la desproporción, por la pérdida (la tilde está bien puesta): una por noventa y nueve no sale a cuenta. Puede ser una pérdida asumida para cualquier empresa, incluso para bastantes instituciones (quizás también las nuestras), pero para la dinámica del Reino no lo es.
Es cierto que las otras noventa y nueve ovejas se quedan a buen recaudo en el aprisco, que nos imaginamos que estarán bien atendidas, pero el pastor, el buen pastor, sale a buscar a la que está perdida y deja a las otras. Nos imaginamos que la búsqueda es costosa, que no es sencilla. Tampoco sabemos las razones de esa pérdida, si ha sido un despiste, un error o se ha querido ir y perderse, abandonar el rebaño. Lo único seguro es que el pastor sale, la encuentra y se alegra infinitamente. El relato llega a decir: “se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado”. Y esto nos remueve por dentro, incluso nos escandaliza. Se parece mucho a tantos relatos evangélicos en los que los queridos por Jesús son los que nosotros creemos que menos se lo merecen. Casi todos son “pequeños” que el de Nazaret defiende, busca, sana, salva, reintegra y, en resumen, ama. Y no solo por él, sino porque es la voluntad del Padre (yo creo, no sin miedo a equivocarme, que también es la voluntad del Espíritu)"
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)
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