Escuchad otra parábola: El dueño de una finca plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre para vigilarla. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, mandó unos criados a recibir de los labradores la parte de la cosecha que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. El dueño envió otros criados, en mayor número que al principio; pero los labradores los trataron a todos del mismo modo. Por último mandó a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero; matémoslo y nos quedaremos con la viña.’ Así que le echaron mano, lo sacaron de la viña y lo mataron. Pues bien, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué creéis que hará con aquellos labradores? Le contestaron: – Matará sin compasión a esos malvados y dará la viña a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde. Jesús les dijo: – ¿Nunca habéis leído lo que dicen las Escrituras?: ‘La piedra que despreciaron los constructores es ahora la piedra principal. Esto lo ha hecho el Señor y nosotros estamos maravillados.’ Por eso os digo que a vosotros se os quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca los frutos debidos. |
Los jefes de los sacerdotes y los fariseos, al oir las parábolas que contaba Jesús, comprendieron que se refería a ellos. Quisieron entonces apresarle, pero no se atrevían, porque la gente tenía a Jesús por profeta. Esta parábola es la historia de la Redención. El Padre ha plantado la viña y nos ha puesto a nosotros a su cuidado. En su ausencia, nos hemos creído los dueños de todo. Por eso hemos maltratado y matado a sus enviados: los profetas, las personas que nos han hablado en su nombre. Y hemos acabado por matar a su Hijo. Pero el Padre a utilizado nuestro mal para salvarnos. Precisamente la Sangre de su Hijo es la que nos ha redimido y abierto las puertas del Reino. "Hay una historia de la mitología griega que quizá nos pueda servir para iluminar el significado actual de esta parábola. Es la historia de Procusto. Éste era un personaje que ofrecía posada a los viajeros, a los que obligaba a acostarse en una cama de hierro. Si eran más largos que la cama, les cortaba la parte sobrante de las piernas. Si eran más pequeños, los estiraba, descoyuntándolos, hasta que alcanzaran la medida de la cama. Esta historia es una formidable expresión de la mentalidad de los que se creen en la posesión de la verdad y todo lo que no encaja en su visión, muy miope a veces, se desecha. Sienten que tienen la medida de todas las cosas. Fariseos y sumos sacerdotes judíos se sentían en posesión de la verdad. ¿Quién era aquel Jesús que venía con ideas nuevas? ¿Quién les iba a enseñar a ellos cosas sobre Dios? Al final terminaron por mandar a Jesús al patíbulo. Por la sencilla razón de que no cabía en sus ideas, de que no se ajustaba a su cama. Tengo la impresión de que hay cristianos en la Iglesia que también se sienten así propietarios de la verdad. Pretenden que todo lo que se haga en la iglesia se ajuste a su modo de pensar. Leen el Evangelio, ciertamente, pero desde sus ideas preconcebidas. Y juzgan y condenan a todo el que no se ajuste a esas ideas. Termina la historia en que sus ideas se convierten en mucho más importantes que las personas. La parábola nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón. La misericordia de Dios que se hace presente, se encarna, en Jesús nos enseña que las personas están en el centro. No es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre. La misericordia triunfa sobre el juicio. Los que se cierran en sus ideas terminan dando frutos de leyes y normas a las que las personas se tienen que ajustar. Igual que hacía Procusto con su cama. Se sienten propietarios de la verdad y las personas se tienen que ajustar a su verdad. No hay diálogo posible. El Reino es otra cosa. La fraternidad, la atención a los pobres y marginados es lo primero. En la familia de los hijos e hijas de Dios todos tienen cabida. Y los más alejados y marginados son los primeros en ser acogidos. La misericordia y la acogida es lo más importante. En la familia no se juzga y condena sino que se salva y se ama." (Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda) |
A la família dels fills i filles de Déu tots hi tenim cabuda. I els més allunyats i marginats som els primers a ser acollits. La misericòrdia i l'acolliment és el més important. A la família no es jutja i condemna sinó que se salva i s'estima
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