sábado, 23 de marzo de 2024

UN HOMBRE POR EL PUEBLO

 

Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María. Pero algunos fueron a contar a los fariseos lo hecho por Jesús. Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes, reunidos con la Junta Suprema, dijeron:
– ¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo:
– Vosotros no sabéis nada. No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida.
Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por la nación judía, y no solo por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. Desde aquel día, las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús.
Por eso, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó de la región de Judea a un lugar cercano al desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.
Faltaba poco para la fiesta de la Pascuas de los judíos, y mucha gente de los pueblos se dirigía a Jerusalén, a celebrar antes de la Pascua los ritos de purificación. Andaban buscando a Jesús, y se preguntaban unos a otros en el templo:
– ¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta, o no?

Caifás, sin saberlo, está señalando la misión de Jesús: un Hombre muere, no sólo por salvar al pueblo, sino para salvar a toda la humanidad.
Los fariseos sólo ven sus intereses. No quieren perder su poder. Ello les lleva a decidir la muerte de Jesús. Con esa muerte, nos salvó a todos.
  
"Termina ya la Cuaresma. El enfrentamiento de Jesús con los judíos, que llegará a su culmen con la condena a muerte, está subiendo a niveles máximos. En el Evangelio ya no se habla de los judíos, de hecho algunos de estos, al ver las obras de Jesús, habían creído en él. Pero algunos otros han ido a los fariseos y estos a los sumos sacerdotes. Y estos convocan asustados al sanedrín. Jesús es una amenaza y hay que plantarle cara. En esos casos, no hay más que una solución: terminar con él, eliminarlo, hacerlo desaparecer. Alguno diría aquello de que “muerto el perro, se acabó la rabia”. Pero no sabían que no iba a ser tan fácil terminar con Jesús ni con sus ideas. Al final, Dios es siempre más fuerte que los hombres. De esa victoria de Dios, la resurrección, haremos memoria la próxima semana.
Pero antes, hay una cuestión que interesa resaltar. Si se llega a esa aparente solución final es porque los fariseos y sacerdotes se sienten amenazados. El movimiento de Jesús supone un peligro para la estabilidad social. Si el movimiento sigue creciendo, los romanos se van a enfadar y pueden llegar a destruir el lugar santo y la nación. Siendo realistas, los romanos eran capaces de eso y de mucho más (recordemos la destrucción de Jerusalén y del mundo judío en el año 70 por los ejércitos romanos, que no dejaron piedra sobre piedra).
La amenaza que sentían fariseos y sacerdotes era, pues, real. Ellos querían defender al pueblo pero también se querían defender a sí mismos, su estilo de vida, sus fuentes de ingresos (que estaban básicamente en el Templo). En realidad, les importaba poco si lo que decía Jesús era verdad o no, si los milagros que hacía eran auténticos o no, si el movimiento de Jesús venía de Dios o del demonio. No entraban en esas cuestiones. Amenazaba su modo de vida. Había que defender la institución. Ese era el valor máximo.
Pienso que hay eclesiásticos que están más preocupados en defender la institución eclesial que en ser fieles al Evangelio. Han terminado por pensar que la Iglesia es más importante que el Evangelio (aunque obviamente no lo expresen así en sus discursos). Por poner un ejemplo, la actitud de algunos bastantes frente al problema de los abusos sexuales y de poder en la iglesia es precisamente la de dejar de lado a las víctimas para defender a la institución, su imagen y prestigio. Menos más que hay muchos y muchas en la Iglesia que con sus vidas y su forma de comportarse demuestran que el Evangelio de la misericordia, de la cercanía y atención a los más débiles, a las víctimas, es más importante que mantener la imagen pública de la Iglesia."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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