Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron:
– Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín.
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Jesús nos libera del mal. Aquí se le denomina Beelzebú, pero se refiera al mal que nos acecha, al mal que llevamos dentro. El consejo que nos da es, que permanezcamos unidos. Unidos entre nosotros y sobre todo unidos a Él. Es Él quien nos da la fuerzas para vencer el mal y para hacer el bien. Sin Él, todo lo que hacemos es inútil, desparramamos.
"La ambigüedad es una de las características de la vida. Todo puede ser interpretado. Todo puede ser visto desde diferentes perspectivas. Más si entramos en las motivaciones de las personas. Ese terreno es realmente complicado.
Recuerdo ahora algo que sucedió en mi etapa de seminarista. Era yo y éramos todos muy jóvenes y atrevidos. Resultó que estábamos en el comedor y pasaba un compañero con la bandeja de la comida para que nos fuéramos sirviendo. Aquel día tocaba pollo. Se acercó a mí. La porción que tenía más cerca era un apetitoso muslito, todo tierno. Era lo que me había gustado toda la vida. Pero aquel día había pensado que me tenía que sacrificar y que no siempre debía escoger lo que más me gustase. Así que, sin pensarlo dos veces, me lancé a por la porción más alejada, una parte del pollo que me gustaba menos. Pronto tuve en mis oídos la reacción de un compañero que me echaba una bronca: “Fernando, siempre tienes que estar eligiendo lo que más te gusta. Se agarra la ración que está más cerca sin escoger.” Aguanté el chorreo y pasé a escoger el tierno y apetitoso muslito que tenía más cerca. No expliqué mis razones. No valía la pena. Aquel día aprendí que todo puede ser interpretado, que nuestras acciones tienen siempre diversas lecturas posibles.
Eso le pasó a Jesús. O podríamos decir, eso le pasó a Dios mismo. Hizo hablar al mudo. Le liberó del demonio. Pero entre los espectadores hubo diversas reacciones. Unos se admiraron pero otros lo criticaron pensando que si era capaz de expulsar los demonios era por ser servidor del mismísimo Belzebú, el príncipe de los demonios.
Posiblemente no hay maldad en esas interpretaciones. Lo que hay son prejuicios, muchos prejuicios. Ya tenemos una forma de pensar, ya tenemos una idea de cómo es el otro. Y haga lo que haga, lo juzgamos desde ese prejuicio. Podemos pensar, y hay quien lo piensa, que los pobres son pobres porque son vagos. Y que los ricos son ricos porque se lo han ganado a pulso con su trabajo. Podemos tener muchos prejuicios. Y desde ellos acomodamos la realidad a lo que ya pensábamos previamente.
Pero, y es lo importante, el hombre aquel quedó liberado del demonio y empezó a hablar. El resto son prejuicios."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
El consell que ens dóna és que quedem units. Units entre nosaltres i sobretot units a Ell. És Ell qui ens dóna les forces per vèncer el mal i per fer el bé. Sense Ell, tot el que fem és inútil, escampem.
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