Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así:
‘Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
así como se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a quienes nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.’
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.
El Padrenuestro es nuestra oración. Nos la enseñó Jesús. No se trata de muchas palabras. Dios ya sabe lo que necesitamos. Se trata de ofrecerle nuestra vida. Se trata de contemplar nuestra vida a la luz del Padre. Se trata de vivir en el Padre.
"Hoy Jesús nos recuerda: “Cuando recéis no uséis muchas palabras…” La oración cristiana no consiste en hablar mucho, decir muchas cosas, hacer grandes explicaciones… porque no tenemos que convencer a Dios pues Él conoce perfectamente nuestras necesidades, problemas, situaciones… Más bien somos nosotros los que debemos descubrir en la oración lo que Dios ya sabe. Oramos a un Dios que es “nuestro Padre”, y como tal nos conoce, nos ama, nos cuida, nos perdona y está a nuestro lado. No oramos a un extraño o a alguien que no se preocupa por nosotros.
La oración es una relación filial de confianza con un Padre que nos conoce y sabe lo que necesitamos en cada momento. El cristiano sabe que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”, es decir, Dios es nuestro compañero de camino, que va a nuestro lado día y noche, con quien siempre podemos hablar y entablar un encuentro de tú a tú.
La oración es más escuchar que hablar; acoger la palabra de quien sé me ama, estar atento a quien quiere decirme algo. La oración es un diálogo con Aquel que me conoce y quiere lo mejor para mí en todo momento y circunstancia, aunque a veces no lo comprenda o me haga sufrir, pues estoy convencido de que Él quiere lo mejor para mí y todo lo que me acontece es para mi bien.
La oración es también una respuesta a quien me habla, como María que escuchó y respondió “he aquí la esclava del Señor”. Responder es fidelidad, es compromiso, es obediencia, es llevar a la práctica la palabra escuchada en la oración. No hay verdadera oración si no hay cambio de vida o comportamiento. La verdadera oración siembra y genera vida, y la prueba es que las personas que oran con constancia y perseverancia son más buenas, más generosas, más serviciales… pues la oración las lleva a querer ser como Dios y a hacer las cosas como Dios. Jesús ya lo dijo: “el sarmiento que está unido a la vida, da fruto; yo soy la vid y vosotros los sarmientos”.
La oración del Padre nuestro tiene dos partes:
- Primera parte: El deseo de crecer en la intimidad del Padre: de sentir al Padre como nuestro (de todos sin distinción de raza y color, cultura y condición social); de santificar su nombre (respetar, adorar, alabar, bendecir, agradecer, no tomar a Dios en vano…); venga tu Reino (Él es el único Señor a quien debemos obedecer y seguir, no hay otros dioses ni intereses); hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (no nuestra voluntad, no nuestros caprichos, no nuestras ideas; esa voluntad que descubrimos en la oración y el discernimiento comunitario).
- Segunda parte: nosotros, la comunidad. Nuestro pan, nuestras ofensas, nuestros ofensores, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal. La oración cristiana no se puede olvidar que cada bautizado es hermano, hermana y madre de los demás; que Dios es Padre “nuestro”, de todos y cuando reza debe acordarse de todos, y también de quienes le han ofendido o son enemigos. La oración cristiana no excluye a nadie.
Di Nuestro, si no te aíslas con tu egoísmo.
Di que estás en los cielos, cuando seas espiritual y no pienses sólo en lo material.
Di santificado sea tu Nombre, si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.
Di venga a nosotros tu Reino, si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que Él reine en todas partes.
Di hágase Tu voluntad, si la aceptas y no quieres que sólo se haga la tuya.
Di danos hoy nuestro pan, si sabes compartir con los pobres y con los que sufren.
Di perdona nuestras ofensas, si quieres cambiar y perdonar de corazón.
Di no nos dejes caer en tentación, si de verdad estás decidido a alejarte del mal
Di líbranos del mal, si tu compromiso es por el bien.
Y di Amén si tomas en serio las palabras de esta oración.
Rezar es comprometedor, y rezar el Padre nuestro es un examen de conciencia permanente, porque no se trata de repetir palabras sin más, sino que lo que dicen nuestros labios es expresión de lo que cree nuestro corazón.
Di Padre, si cada día te portas como hijo y tratas a los demás como hermanos."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)
Sigueu "Pares o Mares"...
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