domingo, 23 de junio de 2024

ÉL CALMA LAS TEMPESTADES



 Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
– Pasemos a la otra orilla del lago.
Entonces despidieron a la gente y llevaron a Jesús en la misma barca en que se encontraba. Otras barcas le acompañaban. De pronto se desató una tormenta; y el viento era tan fuerte, que las olas, cayendo sobre la barca, comenzaron a llenarla de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron:
– ¡Maestro!, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?
Jesús se levantó, dio una orden al viento y le dijo al mar:
– ¡Silencio! ¡Cállate!
El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma. Después dijo Jesús a sus discípulos:
– ¿Por qué tanto miedo? ¿Todavía no tenéis fe?
Y ellos, muy asustados, se preguntaban unos a otros:
– ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Nos parece que guarda silencio. Duerme. Sin embargo, Él está con nosotros, en nuestra barca. La vida nos trae tormentas, problemas y dificultades. Él está con nosotros. Pero nos falta Fe. Creemos que todo está perdido y no sabemos verlo junto a nosotros. Debemos fiarnos de Él totalmente, pero cuando la barca se nos llena de agua y Él parece dormir, nos puede el miedo. Sólo la Fe total podrá hacer que sigamos adelante, que podamos vencer los problemas y dificultades. Pero, ¿nuestra Fe es auténtica?

"Otra vez la confianza, como en el Evangelio de la semana pasada. Hemos tenido tiempo estos días para pensar si dejamos sembrar en nosotros la Palabra, y si la sembramos con confianza en los ambientes en los que nos movemos. Y con paciencia, porque no debemos desanimarnos al no ver inmediatamente resultados. Hay que saber confiar en el Señor, al tiempo que doy lo mejor de mí para anunciar el Evangelio.
Hace un par de semanas oíamos la historia de Adán y Eva. Por culpa de ellos, podemos decir, se estropeó todo lo que estaba bien. Por su desobediencia perdimos la gracia. Pero Dios no nos abandona. La gracia obtenida por la obediencia de Cristo es muy superior al mal causado por la desobediencia del hombre. Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia. Sin Cristo, todos estaríamos muertos. Con Cristo, Dios nos ha regalado su vida a todos.
No siempre lo entendemos, no siempre lo recordamos, o no siempre nos lo creemos.  Nuestra fe es pobre, débil, como la de los Discípulos. Se adormece. Somos cobardes. En realidad, vivimos a base de contrastes. Valoramos la luz cuando estamos en la oscuridad; la salud, cuando enfermamos; hablamos del calor cuando hemos experimentado el frío… Y se nos olvida que Dios está siempre con nosotros, aunque parezca que duerma, y está al mando del timón. Él guía nuestra barca en medio de tempestades y tormentas, con una presencia escondida y silenciosa. Porque Dios está entre nosotros, en la calma y en la tormenta. Además, quiere que notemos esa presencia, silenciosa, sí, pero eficaz, que nos demos cuenta de que está en la vida de cada uno de nosotros. Porque el Señor no deja de derramar sus gracias. Así nos va llevando de la mano por esta vida, para que podamos llegar a la Vida Eterna.
Eso no evita que haya tormentas. En la vida de los creyentes, y en la vida de la Iglesia. Hoy las notamos especialmente, porque todo se transmite rápidamente, debido al milagro cibernético. Entre escándalos y envejecimiento, por lo menos en Europa, muchos creen que la Iglesia está llamada a hundirse, y que le queda poco a esto de “ser de Misa”. Que lo piensen los ateos, los agnósticos, los “extraños”, puede ser normal. Se creen que la Iglesia tiene sólo las capacidades personales de sus miembros. Se les olvida la dimensión sobrenatural, esa que nosotros deberíamos tener siempre presente.
Si nosotros lo pensamos (que la barca de la Iglesia se hunde), como lo pensaban los Discípulos, puede ser signo de poca fe. Porque la barca de la Iglesia no es nuestra, es de Cristo, y es Él el capitán y el timonel. Con la presencia de Cristo, la Iglesia es insumergible, porque cuenta con el auxilio divino. Si se nos olvida, tenemos poca fe. Ojalá el reproche de Jesús a sus Apóstoles no sea para nosotros. Que en nuestros corazones nos sintamos seguros, porque sabemos que Él es el Hijo de Dios, y que tiene poder sobre las olas y el mar.
Cuesta pasar a la otra orilla. Hay que hacer la maleta, soltar amarras e ir hacia lo desconocido. No es fácil. A cualquier edad, los cambios, si no asustan, desajustan. Jesús estuvo siempre disponible, para hacer lo que más convenía a la voluntad del Padre. Algunos santos, también. Una respuesta a la pregunta de “¿Quién es éste?” puede ser “Éste es el que siempre hacía la voluntad de Dios”. Porque era uno con su Padre, y a través de Él obraba el Espíritu. Incluso en medio de la tormenta, sabía ver la luz, porque Él era la Luz. El Camino, la Verdad y la Vida.
Nosotros somos parte de la tripulación, y nos lleva con brazo firme el mejor capitán y timonel. Es nuestra responsabilidad estar atentos, seguir las indicaciones y cumplirlas con la mejor disposición de ánimo. No dormirnos, para que no nos lleve la corriente. Que la barca llegue a buen puerto depende en parte de ti. ¿Qué vas a hacer para que así sea?"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario