jueves, 9 de enero de 2025

SOY YO

 


Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que llegaran antes que él a la otra orilla del lago, a Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y cuando la hubo despedido, se fue al monte a orar. Al llegar la noche, la barca ya estaba en medio del lago. Jesús, que se había quedado solo en tierra, vio que remaban con dificultad porque tenían el viento en contra. De madrugada fue Jesús hacia ellos andando sobre el agua, pero hizo como si quisiera pasar de largo. Ellos, al verle andar sobre el agua, pensaron que era un fantasma y gritaron, porque todos le vieron y se asustaron. Pero él les habló en seguida, diciéndoles:
– ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
Subió a la barca y se calmó el viento. Ellos se quedaron muy asombrados, porque no habían entendido el milagro de los panes y aún tenían la mente embotada.

Vivimos en la oscuridad y la tormenta, pero lo que nos asusta es verlo a Él que se nos acerca. No sabemos reconocerlo. No sabemos ver los milagros que hace. Nos faltan esos momentos de retiro, de silencio, para mirar en nuestro interior y reconocerlo.

"“Ánimo, ánimo hijas mías; acuérdense que no da Dios a ninguno más trabajos que los que puede sufrir y que está su majestad con los atribulados”. Estas palabras escritas por Santa Teresa pueden ilustrar el texto de Marcos que corresponde a la liturgia de la palabra de hoy. Un pasaje que es bueno recordar especialmente cuando estamos cansados de remar con el viento en contra y tenemos miedo.
Un pasaje que se me antoja algo humorístico. Cuenta Marcos que Jesús, después de haber saciado a cinco mil -lo que parece un trabajo bastante agotador- ordenó a los discípulos que subieran a la barca y remaran hasta Betsaida donde se runiría con ellos después de despedir a la gente. Luego, al parecer, Jesús buscó un poco de soledad para orar. Llegó antes que ellos y, compadecido al verlos bregar salió a su encuentro… Cosa que los asustó más que el oleaje porque lo hizo ¡caminando sobre las aguas! Como si no se hubieran quedado bastante estupefactos cuando Jesús les dijo que dieran de comer a aquella multitud. Se acabó el susto al oir unas pocas palabras capaces de borrar cualquier temor, algo maravilloso: “Ánimo soy yo”. Y subiendo a la barca hizo que el viento amainara.
Cuando sentimos cansancio y miedo ante los sufrimientos y penalidades de la vida es muy bueno recordar las palabras del Señor: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. San Marcos concluye diciendo que los discípulos no salían del estupor porque tenían la mente embotada desde lo vivido en la multiplicación de los panes.
Es preciso salir del embotamiento, traer a la memoria el prodigio que es nuestra vida y como Dios nos ha acompañado en todos los momentos. Cuántas veces nos ha sacado de los abismos existenciales y cuantas veces, con fervor o en sequedad, hemos visto que el mar se calmaba, cesaba el sufrimiento, lo que parecía un dolor sin paliativos se transformaba en paz, caían los obstáculos o crecía nuestra capacidad de aguante. Hay que confiar en su palabra, el Señor está con nosotros con tempestad o en bonanza. Él es, Él está."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

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