domingo, 19 de enero de 2025

HACED LO QUE ÉL OS DIGA

 


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

María se nos muestra hoy como intercesora. Se había acabado el vino, todavía no era la hora de Jesús, pero ella le dice a los criados que hagan lo que les pida Jesús. Y Jesús obra el milagro.
María sigue diciéndonos hoy que hagamos lo que Él nos diga. Sólo así transformaremos el dolor en alegría, la tristeza en gozo y la muerte en vida. Debemos esforzarnos en nuestros momentos de oración por saber qué es lo que Él nos pide. Y luego debemos esforzarnos por hacer su voluntad. Esto cambiará nuestra vida. Él no nos pedirá nada difícil: llenar unas jarras de agua. Lo difícil lo realizará Él: convertir el agua en vino. Debemos tener absoluta confianza en Él.

"(...) El Evangelio nos habla de una boda que, por la falta de vino, podía haber acabado mal para los novios. La vergüenza de no haber calculado bien sus necesidades, quedando en ridículo ante sus invitados. No sabemos mucho de ellos, porque aparece sólo el marido, y al final, pero seguro que ese día quedó grabado en su memoria.
Una boda es siempre una fiesta. Es que Jesús estaba a las duras y a las maduras. Sabe hacerse presente en las alegrías y en las penas. ­En todas las situaciones y en todos los lugares humanos. Está en Caná y está en Betania. También, por tanto, en los momentos festivos de la vida; también en medio de nuestras alegrías terres­tres. No es un Dios cascarrabias. No quiere que estemos siempre renunciando a lo bueno de la vida. Él, como Creador, nos ha dado los alimentos para nutrirnos, con sabores variados, para que los podamos gustar.
También sabe hacerse presente en los momentos de dolor: el mismo evangelio de san Juan nos refiere la presencia de Jesús en Betania, donde acababa de morir Lázaro, el hermano de Marta y María. El Señor es Aquel que puede dar un vuelco a las situaciones desesperadas por que atravesamos. Cambia el agua el vino; la tristeza en alegría; el sufrimiento en gozo; el destierro en vuelta a la patria. La muerte, en vida. Ese será el último signo de Jesús narrado por el cuarto evangelio, que va haciendo una revelación progresiva. Y el de hoy es el primer signo: va a ser en Caná, en este banquete de bodas, donde va a empezar, según el evangelista Juan, a dar señales de quién es Él.
En Caná se reveló el poder transformador, salvador de Jesús, así como la necesidad de la fe y la obediencia en la relación con Él. Nos invita a confiar en su providencia y a seguir sus indicaciones, sabiendo que puede convertir los escenarios más difíciles en momentos de bendición y de gracia.
Este milagro sobre el que reflexionamos tuvo lugar por la mediación de la Virgen María. Ella estaba atenta a lo que sucedía, e intercedió ante su Hijo. Gracias a ella, llega la hora de Jesús, su misión se empieza a realizar. “Haced lo que Él os diga”. Con ese gesto, nos marca cómo debe vivir también la Iglesia: con los ojos abiertos, atentos a lo que pasa alrededor, suplicando por los demás, orando a Dios por los que pasan apuros, por los que sufren. Y con fe, sabiendo que Él siempre escucha, aunque a veces parezca que no.
Es un buen día hoy para pedirle al Señor que nos haga fieles administradores de los carismas que nos ha dado, siempre atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, siempre disponibles, confiando, y todo para mayor gloria de Dios y salvación de los hermanos. Amén."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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