miércoles, 24 de septiembre de 2025

ANUNCIAR Y CURAR

 


 Reunió Jesús a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y sanar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo:
– No llevéis nada para el camino: ni bastón ni bolsa ni pan ni dinero ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde entréis, quedaos hasta que os vayáis del lugar. Y si en algún pueblo no os quieren recibir, salid de él y sacudíos el polvo de los pies, para que les sirva de advertencia.
Salieron, pues, y fueron por todas las aldeas anunciando la buena noticia y sanando enfermo
(Lc 9, 1-6)

Jesús nos pide que anunciemos su Reino y que curemos a los demás. Y para hacerlo nos pide que lo hagamos desde la sencillez. No son los medios lo que convertirán a los otros. Es nuestro ejemplo de vida entregada, sencilla, humilde. Y siempre debemos ayudar a los demás, no condenar. Ayudarles a apartarse del mal. Curarlos espiritualmente y físicamente. Es decir, haciendo lo que Él hizo. Amando a todo el mundo.

"Todos experimentamos momentos altos y bajos, de depresión y de entusiasmo. Los vivimos con diferente intensidad, dependiendo de nuestro carácter y de las circunstancias de la vida. Esta alternancia psicológica tiene también su versión religiosa: a veces nos sentimos agraciados y agradecidos, reconciliados con Dios y con los hermanos; y en otros momentos sentimos, sobre todo, nuestra condición pecadora, nuestra infidelidad, que nos aleja de Dios, de los demás, pero también de nosotros mismos, de nuestra verdad vital, en una suerte de exilio interior. Cada una de esas situaciones tiene sus bondades y sus peligros (sus tentaciones). En los buenos momentos, en los que nos gustaría quedarnos para siempre, como Pedro en el monte Tabor, tenemos el peligro de olvidar nuestra fragilidad, nuestra inclinación al pecado, y caer en el orgullo de creer que el bien del que disfrutamos lo hemos conquistado por nuestras propias fuerzas. En los malos momentos de depresión, tentación y pecado, podemos desesperar de la posibilidad del perdón y la reconciliación, olvidando que la reacción de Dios al pecado es salir en búsqueda de la oveja perdida.
Esdras es un buen ejemplo de cómo evitar esas tentaciones y peligros. En un momento de restauración del pueblo de Dios, de reconciliación y de fidelidad, Esdras recuerda los pecados pasados de Israel, esto es, su y nuestra condición pecadora, y que los bienes de los que disfruta ahora son pura gracia de Dios.
No otras son las condiciones de los apóstoles enviados por Jesús a abrirle camino anunciando el Evangelio. Se trata de pecadores perdonados, de enfermos curados, que viven reconciliados y agradecidos, y que no hacen otra cosa que transmitir y compartir con sencillez su propia experiencia de haber sido liberados por Cristo. Y lo que decimos de los apóstoles podemos decirlo que todo cristiano, porque todos participamos de la apostolicidad de la Iglesia."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

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