martes, 1 de diciembre de 2020

LA VOCACIÓN...


La vocación...
No es el camino de los conformistas 
ni de los satisfechos con la situación de este mundo;
sino de los inconformistas y rebeldes
que aspiran a dejarlo mejor.

No es el camino de los que regatean y miden
sus obligaciones con Dios y el prójimo;
sino de los que siguen
voluntariamente a Jesucristo.

No es el camino de los egoístas,
que tan solo se miran a ellos mismos;
sino de los generosos que piensan
en los pobres de la tierra.

No es el camino de los que quieren hacer
un favor a Dios;
sino de los que corresponden agradecidos
a la propuesta que Dios les hace.

No es el camino de los desilusionados,
aburridos, tristes;
sino de los que sienten el fuego del Evangelio.

No es el camino de los que confían 
en sus propias fuerzas;
sino de los que se abandonan y se apoyan
constantemente en Dios.

(Os pido oraciones por el eterno descanso de mi hermana que nos ha dejado esta noche a los 85 años. Gracias.)

lunes, 30 de noviembre de 2020

EL ANACORETA Y EL ADVIENTO


Sentados bajo la palmera, comían frugalmente como siempre. Llegó un caminante agotado. El Anacoreta lo atendió inmediatamente. Lo acomodó a la sombra de la palmera, le dio agua de la fuente y compartió con él la comida. Venía de lejos y se dirigía a la ciudad a visitar a un familiar enfermo.
Cuando acabó de comer y reposó un rato, se levantó, dio las gracias y siguió su camino hacia la ciudad.
El Anacoreta, mientras lavaban sus escudillas, dijo a su joven seguidor:
- Ha sido una buena manera de empezar el Adviento.
El joven no dijo nada, pero lo miró con extrañeza. El anciano sonrió y dijo:
- Adviento es el tiempo litúrgico de espera al Nacimiento del Señor, a la Navidad. Nos preparamos para recibirlo. Pero, ¿sabes una cosa? Adviento es cada día. Cada mañana al levantarnos, debemos esperar encontrarnos con el Señor. Él vendrá a nosotros con la luz del sol o la lluvia que riega los campos. Con el frío, con el calor, con la naturaleza... Pero sobre todo, viene a nosotros en el otro. ¿Quién crees que era este caminante? Cada día llega a las costas de Europa en los inmigrantes. Por eso no podemos llamarnos cristianos, seguidores de Jesús, si no lo vemos en ellos y los acogemos.
Guardó unos instante de silencio y concluyó:
- Nuestro Adviento litúrgico es pura comedia, si en nuestro cada día no esperamos a Jesús y no sabemos verlo en el otro, y, sobre todo, si no sabemos acogerlo...si no lo amamos...     

domingo, 29 de noviembre de 2020

HAY QUE ESTAR ALERTA...

 


En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos: "Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!"

La comunidad judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.
Algunos tomaron entre sus manos el proyecto de reconstruir la identidad, las instituciones y la vida de la nación. Sin embargo, no contaron inicialmente con mucho apoyo, Parecía una idea loca e innecesaria: para qué volver a Jerusalén si ya no había remedio... Lo mismo nos ocurre a veces a nosotros: vivimos de la nostalgia del pasado, pero no nos comprometemos a transformar la realidad del presente. Añoramos otros tiempos en que se vivía mejor, pero no rescatamos los valores que hacen posible una convivencia humana justa y equitativa.
Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprende: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos! Pero él tiene sus razones. Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora apropiada para realizar la misión que Jesús nos encomienda. Jesús, en el evangelio, nos enseña a estar en guardia contra los que creen que las enseñanzas cristianas son algo superfluo. El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, deber ser colocado donde se vea, debe ponerse al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.
La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro o hacia la escatología estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, que se podría cumplir en cualquier momento, imprevisiblemente, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y castigador que el Señor podría abrir en cualquier momento contra nosotros. «Que la muerte nos sorprenda confesados». Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del emperador soberano o del señor feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos. El miedo a la condenación eterna, tan impregnado en la sociedad cristiana medieval y barroca, hizo que la «huelga de confesonarios» pudo ser en determinados momentos un arma esgrimida por el clero contra las clases altas, por ejemplo, por parte de los misioneros defensores del pueblo contra los conquistadores españoles dueños de esclavos (recuérdese el film La misión, o la historia del profeta dominico Antonio Montesinos, en la isla La Espanyola, actual República Dominicana). Causa sonrisas pensar en la eficacia que una tal «huelga de confesionarios» pudiera tener hoy día. Y es que la estrella de la «vida eterna», el dilema de la salvación/condenación eternas, brillaba con su potencia indiscutible en el firmamento de la cosmovisión del hombre y la mujer premodernos... Pero son ya tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía premodernos...
El estado de alerta, la mirada atenta al futuro que evita el adocenamiento o la rutina... sí que es una categoría y una dimensión del hombre y de la mujer modernos. Si lo interpretamos como «esperanza», la pertinencia del mensaje aún es más vigente.
¿Qué puede significar «Adviento» para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa no significa mucho, y no habría que lamentarse mucho ni gastar pólvora inútilmente, pues cualquier día –tal vez más pronto que tarde– la Iglesia cambiará el esquema de los ciclos de la liturgia, que clama a gritos por una renovación. Lo que importa no es el tiempo litúrgico, sino el Adviento mismo, el «Advenimiento» –que eso significa la palabra–, el «noch nicht Sein», el no-ser-todavía, como decía Ernst Bloch; aquello cuya forma de ser consiste en «no ser todavía pero tratando de llegar a ser»... Ateo como era, Bloch construyó todo su poderoso edificio filosófico sobre la base de la utopía y la esperanza, y presentó en bellas páginas inolvidables la grandeza heroica del santo y del mártir ateo, capaz de dar la vida en aras de su esperanza... Ebeling, en la misma línea decía: «lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades»... Lo real más real no es lo real sin más, sino las posibilidades de ser que lo que hoy es lleva consigo.
Después de los años 90 del siglo pasado, estamos en un tiempo en el que se dice que se ha dado un «desfallecimiento utópico». Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías (no «de las ideologías», alguna de las cuales siguen muy vivas), la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno está escarmentado. Ya no cree en «grandes relatos». Se nos ha impuesto una cultura anti-utópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda siquiera mínimamente el «carpe diem», el «disfruta la vida». ¿Qué advenimiento («adviento») esperan el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún «advenimiento»? Desde luego, no reduciendo el adviento a un «tiempo litúrgico», o a un tiempo pre-navidad... ¿Cómo pues?
El Advenimiento que esperamos los cristianos no es la Navidad... Ni tampoco es «el cielo»... ¡Es el Reino! «No es otro mundo... es este mismo mundo... ¡pero totalmente ‘otro’, transformado radicalmente»! Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento! Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía: «fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda...!». Los cristianos no podemos inculturarnos en esta cultura anti-utópica y sin «grandes relatos», porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el «gran relato» del Proyecto de Dios... Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con los santos y mártires ateos y con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.
Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno-sororal y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó malkuta Yahvé en su boca aramea, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en «alerta»." (Koinonía)

 

sábado, 28 de noviembre de 2020

ENVIADOS...


¡No nos envíes, Señor!
Ya nos conoces,
somos débiles e indecisos,
fuertes en palabras
pero huidizos
cuando hay que comprometerse.
¡No insistas más, por favor!

¿Nos envías a pesar de todo?
¿Para oponernos
con toda la fuerza
de nuestra inteligencia y de nuestra acción
en todo aquello que insiste
en hacer de los hombres
seres dependientes como robots
a los que se puede manipular?

¿Nos envías a pesar de todo?
¿Para despertar la dignidad
de los abatidos y humillados,
permaneciendo a su lado
para que tomen conciencia
que también ellos comparten
los derechos de todos los hombres?

¿Nos envías a pesar de todo?
¿Para engendrar esperanza a los que
viven en la miseria y el abandono,
inventando con ellos los medios para vivir
con la firmeza y el orgullo
de todos los seres humanos?

¿Nos envías a pesar de todo?
¿Para librarnos a nosotros mismos
y  revelar así tu presencia
entre los hijos de los hombres marginados,
para que se sientan
por siempre hijos de Dios?

¿Insistes, Señor?
¡Entonces, envíanos!


viernes, 27 de noviembre de 2020

CONFÍA EN MÍ...



Viajaba hacia el Norte,
hacia nuevos horizontes,
siguiendo el rastro de todo aquello en lo que creía,
pero me sentía perdido.

Buscaba abrigo en la sabiduría,
en la fama,
en el falso espejismo de la seguridad pasajera,
pero me sentía desnudo.

Conocía gente nueva,
otras vidas,
bocas que gritaban: "sigue el rebaño".
Pero yo me sentía solo.

Me llenaba de ruido,
de actividad,
de confusión,
para no sentir mi angustia,
pero siempre había momentos de silencio.

Huía de mí mismo,
quemando los recuerdos,
anestesiando el alma,
sumergiéndome en el alcohol,
noches de juerga...
pero siempre llegaba la mañana.

Buscaba nuevos caminos,
nuevas sendas,
me perdía en parajes profundos,
pero todo me parecía lo mismo.

Entonces apareciste Tú.
Tus ojos me iluminaron:
encontré el camino.
Tus brazos me abrazaron:
me vestiste.
Tus pasos también se dirigían al Norte:
me acompañaste.
El sol iluminaba tu imagen:
amé la mañana.
Tu presencia lo cambió todo:
nada ha sido ya igual.

Y oí que me decías: "te amo".
Y en cada paso que hago desde entonces,
está la huella de tu Amor.

(El Salmista)

jueves, 26 de noviembre de 2020

DIOS MÍO, LO SIENTO...

 


Dije: "Dios mío, lo siento".
        Y Dios dijo: "Ya lo sé".
Dije: "Dios mío, he llorado tanto...".
        Y Dios dijo: "Para esto te di las lágrimas".
Dije: "Dios mío, estoy tan deprimido...".
        Y Dios dijo: "Por esto te di la luz del sol".
Dije: "Dios mío, la vida es dura".
        Y Dios dijo: "Por esto te di lo seres queridos".
Dije: "Dios mío, el ser querido a muerto...".
        Y Dios dijo: "El mío también".
Dije: "Dios mío, és una pérdida tan grande...".
        Y Dios dijo: "Vi al mío clavado en una cruz".
Dije: "Dios mío, pero tu ser amado vive...".
        Y Dios dijo: "El tuyo también".
Dije: "Dios mío, lo siento".
        Y Dios dijo: "Ya lo sé"

(Palabras escritas en una pared en la ciudad de Oklahoma, en el lugar donde se había producido un tiroteo)

miércoles, 25 de noviembre de 2020

EL ANACORETA Y VIVIR EL PRESENTE



Hablaba de la Iglesia, de la sociedad. De lo que deberían ser y no eran. El Anacoreta, aprovechando una pausa, le preguntó:
- ¿Y tú que haces?
- ¿Cómo? - preguntó extrañado aquel hombre.
- Sí - prosiguió el Anacoreta - Has analizado muy bien cómo deberían ser las cosas. Ves con claridad el futuro; pero lo que hay que cambiar es el presente.
Como veía que aquel hombre no acababa de comprender, tras una pausa, le dijo:
- Si nos limitamos a hablar de un mundo mejor, de cómo debería ser y no empezamos a trabajar para conseguirlo en nuestra vida del día a día, nos estamos engañando. Estamos viviendo en un mundo de sueños, deseos, pero nos olvidamos del presente.
Le miró a los ojos y concluyó:
- ¿Queremos una sociedad mejor? Empecemos por nuestra familia, nuestro barrio, nuestro entorno, nuestro trabajo...Es ahí donde podemos influir y es ahí donde lograremos, poco a poco, contribuir a cambiar nuestra sociedad...