Hablaba de la Iglesia, de la sociedad. De lo que deberían ser y no eran. El Anacoreta, aprovechando una pausa, le preguntó:
- ¿Y tú que haces?
- ¿Cómo? - preguntó extrañado aquel hombre.
- Sí - prosiguió el Anacoreta - Has analizado muy bien cómo deberían ser las cosas. Ves con claridad el futuro; pero lo que hay que cambiar es el presente.
Como veía que aquel hombre no acababa de comprender, tras una pausa, le dijo:
- Si nos limitamos a hablar de un mundo mejor, de cómo debería ser y no empezamos a trabajar para conseguirlo en nuestra vida del día a día, nos estamos engañando. Estamos viviendo en un mundo de sueños, deseos, pero nos olvidamos del presente.
Le miró a los ojos y concluyó:
- ¿Queremos una sociedad mejor? Empecemos por nuestra familia, nuestro barrio, nuestro entorno, nuestro trabajo...Es ahí donde podemos influir y es ahí donde lograremos, poco a poco, contribuir a cambiar nuestra sociedad...
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