El agua estaba buena y fresca. El Anacoreta comentó:
- Aquí gozamos de esta fuente, pero, ¿de dónde proviene este agua?
Miró al joven seguidor y le dijo:
- Si alguna vez vas al Aneto, al pie de la montaña y del macizo de La Maladeta, se recoge el agua de los glaciares en un barranco que desemboca en una especie de gran agujero, el Forau d'Aiguallut. De allí sale un pequeño riachuelo, el Ésera, y el resto del agua desaparece bajo tierra.
Hizo una pequeña pausa y prosiguió:
- Tirando anilina en el agua, descubrieron que volvía a surgir más de 4 kms. más allá, en el valle de Arán, en unas cascadas que se llaman Güells de Joeu, cerca del Plà de l'Artiga de Lin.
Miró a los ojos del joven y concluyó:
- Todos tenemos fuentes interiores que creemos mérito nuestro. El agua fresca que brota de nosotros procede quizá de nuestros padres, de un profesor que tuvimos, de alguien que marcó nuestra vida. Hablamos mucho del esfuerzo y olvidamos el don. Todo lo que tenemos es un don. Deberíamos considerar toda nuestra vida como un don de Dios...
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